Este espera que la comisión de Trabajo del Congreso cumpla con su labor cuando tenga en frente al ministro de Trabajo, Alfonso Grados. En la galería ‘Nicolini’, y seguramente en muchísimas más, los jóvenes trabajaban en regímenes de semiesclavitud, encerrados en contenedores y almacenes para empresas informales que burlaban todas las leyes laborales y de humanidad. Por culpa de estos miserables empresarios han muerto dos jóvenes ya identificados y se cree que habría dos más. Ningún cuerpo ha podido ser rescatado del

Esos ‘dueños’ de contenedores habían ‘adquirido’ 50 o 60 metros cuadrados de los pisos superiores de la galería arrasada por el incendio en Las Malvinas, supuestamente para ‘guardar’ la mercadería que vendían en sus tiendas del primer piso. Pero, en realidad, utilizaban esos ambientes para poner a su mercadería marcas como Philips. A sabiendas de que cometían un delito, mantenían a los trabajadores con candado y sin ventanas. Esas ventas de ‘pequeños terrenos’ son, a todas luces, ilegales. 

¿Cómo, entonces, todos estos comerciantes chicha tienen títulos de propiedad? Porque aparecen legalmente como propietarios de parcelas del edificio, donde antes había pasadizos, baños y zonas de descanso. Por eso es que en ese laberinto kafkiano -edificado horrorosamente en las narices del alcalde - los bomberos se perdían, pues era como un laberinto de humo y fuego. Siguiendo con la responsabilidad municipal, en videos hemos visto cómo funcionarios ‘ratas’ coimeaban con desparpajo a los comerciantes de una galería vecina a la ‘Nicolini’, y estos les dicen: “¿Cómo a Nicolini le han dado permiso de Defensa Civil si está peor que nosotros?”. El mal funcionario municipal, de apellido Horna, les responde: “Ellos ya ‘arreglaron’. Con 50 mil también podemos arreglar, pide 200 por cabeza a tus comerciantes. ¿Cuántos son? ¿Doscientos, trescientos? Lo podemos dejar en treinta mil, más no se puede, hay que pagar a los ingenieros, a los de arriba”. Esas fueron las palabras de Horna, para la historia universal de la infamia.

Pero este Búho tiene miedo de que la investigación del incendio en Las Malvinas se convierta en otro circo. Ya tenemos el ejemplo de ‘Utopía’, que a pesar de que los deudos eran personas de mucha influencia, no lograron evitar que los ‘peces gordos’ Allan Azizollahoff y Edgar Paz huyeran como ratas para vivir como reyes en Miami. De ‘Mesa Redonda’ ni qué decir, no hubo ningún detenido pese a que 500 personas murieron o desaparecieron. Pero la cadena es larga. Es increíble que en un emporio comercial, donde se almacenan toneladas de material altamente inflamable, hayan poquísimas y ridículas bocatomas de Sedapal. La opinión pública cuestiona a esta empresa porque a las tres horas de iniciado el siniestro, los bomberos hacían un llamado desesperado a los alcaldes distritales. “¡Por favor, tráigannos sus camiones cisterna, las tomas públicas de agua colapsaron!”. 

De no ser por la solidaridad de todos los municipios de Lima metropolitana y la colaboración de las cisternas del Ejercito y la Marina, este incendio en Las Malvinas se hubiera propagado hasta el policlínico Ramón Castilla. Acá veo claramente la ineficiencia de un Ministerio de Trabajo, cuyo ministro, al parecer, vive en ‘una burbuja’. Y de otro lado, la Municipalidad de Lima, plagada de funcionarios zánganos y corruptos a quienes caía como anillo al dedo mayores transgresiones a la seguridad, mayores faltas, más contenedores, más cuchitriles inmundos, más baños clausurados a propósito, para pedir más y suculentas ‘cutras’. Los muchachos muertos merecen que por primera vez caigan todos los que deben caer. Apago el televisor.

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