Nuestro columnista habla del genial escritor Norman Mailer.
Norman Mailer, el animal literario

Este Búho, en estos tiempos de políticos que se alucinan seductores y terminan denunciados, se ve obligado a evocar al extraordinario escritor, periodista, director de cine, boxeador, vicioso y borrachín Norman Mailer, el judío de Nueva Jersey que deslumbrara el mundo de las letras con obras maestras como ‘Los desnudos y los muertos’, sobre los horrores de la Segunda Guerra Mundial, de la que formó parte como soldado.

No solo pasaría a la posteridad como un escritor brillante, sino también como un ensayista antisistema radical, que terminó por pasar de la palabra a la acción participando en las increíbles elecciones a la alcaldía de Nueva York encabezando una coalición izquierdista de universitarios, intelectuales progresistas, artistas de cabaret y Broadway e incluso hasta matones y ‘dealers’ de Brooklyn, movido barrio donde se crio el escritor.

Como recibió un boicot de los grandes banqueros, industriales y la bolsa de Wall Street, el escritor apeló a un mecanismo de recaudación de dinero basado en lo que más sabía hacer: organizar grandes y tumultuosas fiestas en los sitios más disímiles y antagónicos, por ejemplo, en lujosos e inmensos departamentos en Park Avenue, gigantescas residencias en Long Island o locales bohemios en Greenwich Village.

Allí se daba cita lo más graneado de la intelectualidad norteamericana: editores, escritores, pensadores, artistas de todas las áreas, políticos y lo mejor de la noche, las damas que escogía Mailer, todas bellas, altas y vestidas de seda y satén. Según confesaba él mismo, al llegar a su dormitorio tomaba Seconal, un sedante infalible para bajar sus vertiginosas revoluciones. Sin embargo, algunas veces, como en una fatídica oportunidad, durante una fiesta en su casa se acabó la hierba.

Norman, conocedor de los ‘dealers’ de su barrio, salió a comprar más, pero en el camino se ‘bronqueó’ con unos malandrines. Empinchado, encontró a su segunda esposa, la aspirante a actriz Adele Morales, bailando un rock lento con un joven hippie que apoyaba su candidatura. Mailer se volvió una bestia y golpeó a su esposa, pero la sangre latina de Morales afloró y agarró un cortapapeles delgado y filudo y lo atacó, a lo que el fortachón le dobló el brazo y le infirió un profundo corte.

Adele escribió en sus memorias: ‘Norman se consideraba un revolucionario sexual, pero esperaba absurdamente de mí que le fuera siempre fiel’. El novelista se definía como un ‘conservador de izquierda’, pero contradictoriamente, durante la campaña, los radicales lo boicotearon porque según ellos planteaba argumentos ‘idealistas’.

Que en los sesenta alguien sugiriera que los fines de semana se suspendiera el tránsito en todo Manhattan para que solo circulen peatones y ciclistas, parecía una utopía inalcanzable, e incluso absurda para algunos. Hoy en la Gran Manzana y en las principales ciudades del mundo, incluida Lima, se implementa la futurista propuesta de Norman. Durante su convulsionada huida siempre fue consecuente con su espíritu libertario.

Tuvo las mujeres que quiso y se casó con seis. Solo las feministas radicales no caían rendidas por su gran floro y sus ojos de mar del Caribe. Es más, lo consideraban la encarnación del machismo porque había escrito un articulo crítico y burlón para el naciente movimiento feminista por considerarlo vulgar, y dijo que las del movimiento eran ‘prisioneras del sexo’. Su espíritu y sus ideas tuvieron una gran influencia en Jim Morrison, vocalista y líder del grupo ‘The Doors’, y en tres generaciones de norteamericanos.

Entre algunas reflexiones del maestro sobre los más diferentes temas, como era su costumbre, encontramos unas dedicadas a los medios (‘Están constituidos por gente que busca ante todo el poder’), a Hemingway (‘Parece más o menos evidente que los hombres que han convivido mucho con la violencia suelen ser más amables y más tolerantes que los que la aborrecen. Los boxeadores, los toreros, gran cantidad de soldados, los héroes de Hemingway en suma, casi siempre son muy amables. Y no porque hayan leído a Hemingway. Eran amables mucho antes de que naciera Hemingway. Sucede que este fue el primer escritor que observó esa repetición y la respetó profundamente’), a García Márquez (‘Es maravilloso. En ‘Cien años de soledad’ creó cientos de mundos, no uno solo. No sé cómo es capaz de hacerlo’). Genial. Apago el televisor.

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