Este Búho a veces piensa que nada divide la ficción de la realidad. Y lo reafirmo cuando comparo las confesiones del otrora todopoderoso empresario brasileño Marcelo a la justicia norteamericana, afirmando que había sobornado a las autoridades de varios países de la región y el mundo entre el 2001 y el 2014 por la friolera suma de más de 600 millones de dólares. Aquí, en Perú, según el brasileño, que cantó más que Camilo Sesto y Julio Iglesias juntos, ‘aceitó’ con 29 millones de dólares durante los gobiernos de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala. 

Eso me hizo recordar la extraordinaria serie ‘House of Cards’, cuando en la segunda temporada, el siniestro Frank Underwood, un congresista que a base de intrigas, sobornos, chantajes y hasta asesinatos, llega a la Presidencia de los Estados Unidos, se enfrenta al multimillonario Raymond Tusk, quien se ufanaba de haber colocado al mandatario anterior Garrett Walker, y que movía los hilos de la política gringa a su favor. Fue un choque de poderes, que terminó inclinando la balanza a favor de Underwood. Tusk era un Marcelo Odebrecht, quien creía que con dinero se compraba todo, que era intocable y terminó como él, acorralado, destruido por alguien más ruin. 

Pero en Perú, el mandamás constructor ni necesitó entrevistarse con angurrientos presidentes. No eran tan importantes. Tal vez, en Sudamérica, se reunió en secreto con Hugo Chávez, a quien le financió la crucial campaña del 2012 y sobornó con 59 millones de dólares. Aquí le bastó mandar ‘chulillos’ con maletines repletos de dólares que no pasaban revisión de Aduanas por decisión de ‘arriba’ e ingresaban a Palacio de Gobierno con alfombra roja. Mientras por orden presidencial, ministros paseaban a los brasileños con gorrito de chofer de limusina. Esos ahora tiemblan, han salido de circulación, están vendiendo casas de playa, traspasando acciones, ofreciendo departamentos en paraísos turísticos, pero todo es cuestión de tiempo. 

Confabulan contra ellos la celeridad y la rapidez con que emergieron los nombres de los políticos sobornados en Brasil, el escándalo de las empresas del caso Lava Jato. Que el presidente panameño Ricardo Martinelli esté hundido, obliga a que la justicia peruana y el Congreso no trabajen a regañadientes y se pongan a la altura de la situación, asumiendo su papel anticorrupción y señalen, investiguen, juzguen y encarcelen a los ‘cutreros’. 

La destrucción de casetas del peaje en Puente Piedra -acto de vandalismo repudiable-, se explica también porque en los tiempos de las ‘aceitadas’, la empresa hacía lo que le daba la gana. Incumplía contratos -como en este caso- sin habilitar una vía alterna en la Panamericana Norte a los pobladores del popular distrito. En Brasil, intervinieron los activos y cuentas de Odebrecht. En Perú estamos ‘negociando’, mientras siguen operando con total normalidad. 

Al parecer, ese regalo ‘faraonesco’ como el tamaño de sus coimas, el ‘Cristo del Pacífico’, les está haciendo el milagrito. Frank Underwood también tuvo sus Odebrecht. Amañaba licitaciones en los portuarios a su antojo y por ello, su amigo y leal aliado, Peter Russo, congresista al que Frank obligó a traicionar a sus electores con la construcción de un proyecto de vivienda millonario, se volvió alcohólico y al final se convirtió en un peligro. Podía denunciar las coimas y los ‘faenones’, por eso es asesinado. Hay que proteger a los testigos. Apago el televisor.

NOTICIAS SUGERIDAS

Contenido GEC