Este no comparte que tras se haga fiesta o se llore como en un velorio. Prefiero coger mi espada del augurio de ‘Los Thundercats’ para que me permita ver ‘más allá de lo evidente’. Y siento pena, mucha pena. Pero no por Ollanta quien, según la acusación fiscal, junto con su esposa se apoderaron del dinero sucio que el gobierno de Hugo Chávez enviaba ‘caleta’ para la campaña presidencial del 2006. Esas decenas de miles de dólares se desviaban a las cuentas de Nadine y esta justificaba esos ingresos de una y mil maneras. De lo que siento pena es por mi Perú.

¿Qué clase de país somos o qué clase de políticos tenemos? ¿Qué ha sucedido para que los cuatro anteriores presidentes constitucionales, elegidos con el voto popular, estén presos, fugados o investigados por casos de corrupción u otros delitos? Alberto Fujimori (1990-2000) preso, Alejandro Toledo (2001-2006) prófugo, Alan García (2006-2011) investigado y Ollanta Humala (2011-2016) en prisión preventiva. Esta situación es gravísima. Los ‘chicharrones’ ya no están malogrados, sino putrefactos en nuestra mal llamada ‘clase política’. Trataré de explicarme parafraseando el título de una gran película, ‘El curioso caso de Benjamin Button’, y lo cambiaré por ‘El curioso caso de Ollanta Humala’. 

El hogar donde se crio Ollanta Humala no era un hogar ‘tradicional’. En la década de los cincuenta, su padre era un abogado militante del partido comunista que organizaba células marxistas entre los alumnos de San Marcos. Mario Vargas Llosa recuerda que Isaac era el responsable de su célula comunista ‘Cahuide’. Y ayer lo recalcó: ‘mi familia es política, primero está la patria que los hijos o nietos’.

No extraña, pues, que ni bien condenaron a su hermano Ollanta Humala, Antauro, desde la prisión, pareció regocijarse. No contento con aconsejarle en febrero ‘mejor suicídate’, esta vez se atrevió a escribir: ‘Con el apresamiento del expresidente se cierra el ciclo de una gran traición’ y calificó el hecho como ‘una genuina tragedia’. Para don Isaac, el comunismo ortodoxo debía ‘nutrirse’ también de una raigambre milenaria de nuestro pasado prehispánico y también de héroes militaristas peruanos como Andrés Avelino Cáceres.

Todos estos ingredientes, sumados al machismo, autoritarismo y alucinaciones del patriarca Isaac Humala, dieron como resultado, ese ‘sancochado’ llamado ‘Nacionalismo etnocacerista’. Pero el viejo necesitaba que sus hijos sean las columnas de un movimiento que llegaría al poder por medio de la violencia y las armas, así que los preparó para esa ‘toma de poder’. El otro hijo, Ulises, recuerda que de niño, en su cumpleaños, esperaba un juguete, ‘pero mi padre me regaló la colección completa de Marx y Engels’. Posteriormente, pese a que el hijo mayor quería estudiar letras, el patriarca, el ‘Curaca Isaac’, le ordenó que estudiara Ingeniería en la UNI. ‘La revolución también necesita ingenieros’, enfatizaba. Como él sabía quechua, hizo que sus hijos estudien otros idiomas: francés, inglés y ruso. Tenía claro que Ulises, rellenito y de lentes, no sería el líder.

Por eso echó el ojo a sus hijos menores, que eran grandes deportistas: Ollanta Humala y Antauro. A ambos los obligó a postular a la Escuela de Oficiales de Chorrillos. El plan de don Isaac le estaba saliendo redondito. Pero no contó con un detalle fundamental. El patriarcado que instauró en su hogar bajo el consentimiento de Elena Tasso, más que esposa una ‘compañera’ en esa aventura revolucionaria, era inconcebible para una joven educada en la Universidad de Lima, más afecta a la trova cubana que a los huaynos y con recónditas aspiraciones de figuración: Nadine Heredia, de quien Ollanta se enamoró y con quien se casó. Fue ella quien, después de la asonada golpista de Locumba, aconsejó a su marido que se ‘adecúe a los tiempos’ y estudie una maestría en Sociología Política.

Cuando llegaron a Lima y fundaron el Partido Nacionalista, Nadine Heredia reemplazó en la cabeza de Ollanta Humala la idea del ‘patriarcado’ de don Isaac por el ‘matriarcado’ de ella. Cuando Nadine le ordenó alejar a su familia del movimiento, don Isaac, que ya sabía cómo se manejaba el dinero que llegaba de Venezuela, le dijo premonitoriamente a su nuera: ‘Si te gusta la política y también el dinero, vas a terminar en la cárcel’. Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Apago el televisor.

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