El Gran Paco Bendezú
El Gran Paco Bendezú

Este Búho, ahora que se viven aciagos y vergonzosos momentos en la política nacional, lee y escribe sobre poetas. Los respeto como un creyente que tiene fe en su Dios y por eso cuando puedo les rindo homenajes sencillos, pero con mi mayor respeto y profunda admiración, como lo hago en esta oportunidad con Francisco ‘Paco’ Bendezú (Lima 1928 - Lima 2004), insigne integrante de la llamada ‘Generación del cincuenta’ del siglo pasado. Me adhiero a quienes opinan que ‘en el mundo de la escritura no hay nada más grande que la poesía y los poetas...’.

‘En el Perú están los mejores poetas de ayer y hoy’, reconocía un joven Roberto Bolaño, cuando no era el célebre novelista que fue y muy jovencito pretendía ser poeta en México y admiraba al movimiento peruano ‘Hora Zero’ y los versos de Jorge Pimentel en particular. La primera vez que escuché hablar de Bendezú y luego de su monumental libro de poesía ‘Los años’ (1961), aquella recopilación de sus poemas desde 1946 a 1960, en el que se incluía su clásico ‘Twilight’, fue cuando ‘lagarteaba’ por el Patio de Letras y gracias a mi amiga Tatiana Berger, conocí a una mancha increíble de poetas jóvenes: Las poetisas Patricia Alba y Mariela Dreyfus se vacilaban porque el profesor Paco Bendezú, todos los domingos en ‘El Caballo Rojo’ -recordado suplemento cultural del Diario Marka, dirigido por Antonio Cisneros-, escribía crónicas notables sobre Marilyn Monroe y otras divas de Hollywood.

Los jóvenes nos preguntábamos si era cierto ese secreto a voces de que estaba locamente enamorado de la blonda Marilyn, que ya había muerto a inicios de los años sesenta. Perteneció a la gloriosa ‘Generación del cincuenta’. Allí conoció a una guapa e inquieta Blanca Varela, a quien presentó sus primeros poemas. Ella se entusiasmaría con los versos de ese gigantón con pinta de achorado de barrio, que caminaba solo por La Casona de San Marcos plagada de blanquiñosos, y se los pasó a Emilio Adolfo Westphalen, que era 17 años mayor que ‘Paco’ y que, impresionado, publicó tres poemas suyos en la revista que dirigía, ‘Las moradas’, que tuvieron una gran repercusión.

‘En esa época, a través de Blanca -rememoraba Bendezú-, hice amistad con Sebastián Salazar Bondy y los jóvenes poetas Javier Sologuren y Jorge Eduardo Eielson. Nos reuníamos en casa de Blanca hasta la madrugada, discutíamos de literatura, leíamos lo que escribíamos y dábamos largas caminatas’. Así lo describió en una semblanza su amigo, el deslenguado poeta Rodolfo Hinostroza: ‘Era un gran poeta, pero tenía una irredimible facha de gángster mexicano, la cara ancha, los bigotitos bien perfilados y un físico más bien de estibador. Muy engañoso su aspecto, pues era el tipo más delicado del mundo, el más sensible, el más refinado, con una poesía que mucho le debía al surrealismo’.

Francisco se definía a sí mismo como perteneciente ‘a esa extraña fauna de los enamorados del amor’. Su clásico poema ‘Twilight’, tal vez el mejor de toda su producción, estuvo -como confesó- dedicado a Mercedes, el amor de su vida, una hija de españoles exiliados en Chile, como él. Era una belleza de quince años a la que amó cuando tenía 22: ‘Yo soy el granizo /que entra aullando /por tu pecho desquiciado. /Soy tu boca. /Yo atesoré a ras del sueño, /debajo de las horas /el latido de tus pasos por el polvo de Santiago /y tu densa fragancia de magnolia, /y tu lenta cabellera /con perfil de éxtasis o algas /y el ardor fulmíneo de tus ojos, que de noche, /como naves sobre el mar, la bruma iluminaban (...) ¿Qué tumbos socavaron las torres más altas de mi vida? /No habrá nunca /hilo más puro/ que tu larga mirada...’.

‘Ese poema surgió a raíz de una carta de ella, en la que me decía ‘Tengo muchas cosas que contarte: Me he casado’. ‘Ya te imaginarás -le contó Paco a Peter Elmore- lo que sucedió. Me pegué una borrachera memorable y en la resaca surgió ‘Twilight’. Como muchos poetas célebres, murió injustamente misio, sin una casa propia, soltero y sin hijos. Y tengo un testimonio de primera mano, el de un amigo periodista de toda la vida, que en sus inicios en 1992, trabajando en el suplemento de un diario popular, fue a buscarlo para hacerle una entrevista, como puro admirador suyo.

‘Búho -me contó el amigo- fui a la casa del poeta en Pueblo Libre. Allí su hermano, de buena gente, le había dado un cuartito en el altillo, pero su esposa, la cuñada, renegaba con el huésped porque ‘llegan muchos borrachosos y mujeres de mala catadura’. Aun así, el poeta -según mi amigo- se había adaptado a los nuevos tiempos de austeridad de los noventa de Fujimori, donde campeaban programas cómicos con nuevas vedettes.

Esa tarde le confesó y le solicitó, como si fuera la última voluntad de un moribundo: ‘Flaquito, escribe en el diario que ya no me gusta Marilyn Monroe, ahora me gusta ‘Chelita’ (Analí Cabrera) la del ‘Jefecito’’. Paco moriría en el año 2004, a los 76 años. Ahora en el Olimpo de las letras debe estar en su garbanzal, correteando a Marilyn, ‘Chelita’ y otras divas a las que siempre amó a la distancia. Apago el televisor.

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