Pantaleón y las Visitadoras fue llevado al cine por Francisco Lombardi.
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Este Búho mantiene sus ojos bien abiertos y escribe sin guiones ni libretos. Tampoco me interesa ser ‘políticamente correcto’. Ya he comentado que muchas de las ‘opiniones’ que se leen en Twitter son idénticas a las que leo en las tribunas populares del Estadio Nacional. Ayer di mi opinión sobre el flamante primer ministro Salvador del Solar, cuestionado por algunos medios tras su paso por el Ministerio de Cultura, por facilitar buenos trabajos y asesorías a sus amigos.

Pero bueno, muchos han recordado que fue el protagonista de la novela de Mario Vargas Llosa llevada al cine: ‘Pantaleón y las visitadoras’. Publicada en 1973, en pleno gobierno militar. La historia es increíble y ofendió a quienes estaban en el poder. El protagonista era Pantaleón Pantoja, el capitán del Ejército Peruano más aplicado de todo el país, espada de honor y primero en su promoción. No había misión que no la realizara a la perfección.

‘Ni mujeriego ni borracho ni ladrón’, así hablaba de Pantoja el general Roger Scavino, el superior que le confiara una misión en la selva, allí donde el calor y los shorcitos de las charapas hacen perder la cordura a los varones. ‘Pantita es el hombre ideal para el trabajo’, les asegura Scavino a los otros generales.

La ‘misión’ consistía en establecer ‘un barco convoy’ con prostitutas a bordo, que recorriera los ríos de la Amazonía donde existían cuarteles militares. Se había suscitado una emergencia: los soldados, al no tener contacto con mujeres, comenzaron a escaparse para violar a las lugareñas de los caseríos, esto se había vuelto una epidemia.

El general le ordena que nadie debe saber que llegará a establecer un servicio sexual para los soldados. Su misión será tan secreta que no llevará uniforme, ni vivirá en la Villa Militar, ni alternará socialmente con los otros oficiales. Al llegar a Iquitos, su esposa Pochita se molesta por estas restricciones, pero su marido le recuerda que su misión es ‘ultra secreta y que todo sacrificio es poco por la patria’.

Por las noches, vestido de manera achorada, visita bares y prostíbulos. Allí recluta a una antigua meretriz, ‘La Chuchupe’ y al enano de su marido, ‘Chupito’. Con ellos se encargará de construir ‘Pantilandia’, el cuartel general donde instruirá a su ejército de ‘lolitas’. Pantaleón denominó ‘visitadoras’ a las prostis, ‘prestaciones’ a los servicios sexuales y trataba a las chicas con disciplina y rigor.

En pocos meses había convertido al ‘servicio de visitadoras’ en una máquina del sexo y las violaciones se redujeron drásticamente. Pero su trabajo era vox populi y llegó a oídos de un siniestro periodista mermelero, ‘El Sinchi’, quien tenía el programa radial más sintonizado de todo Iquitos.

‘El Sinchi’ fue a extorsionarlo pidiéndole dinero, pero Pantoja, incorruptible, lo tiró al río. Esto fue un gran error. El mermelero lo denunció en su programa con nombres y apellidos y su esposa Pochita lo abandonó. Sin embargo, el servicio seguía ‘viento en popa’, porque el militar cedió al chantaje del mermelero, quien nunca más abrió la boca en la radio. Pero aparecerá en escena una prostituta bella y problemática, ‘La Brasileña’.

A su vez, los hombres de los pueblos, por donde pasaba el ‘convoy del placer’, estaban molestos, porque las ‘visitadoras’ eran solo para los soldados y prepararon una terrible sorpresa. También Pantaleón caerá bajo los influjos de ‘La Brasileña’. Pero no cuento más, hay que leer todo el libro. Apago el televisor.

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