Este es admirador de la obra del escritor argentino Tomás Eloy Martínez (Tucumán 1934 - Buenos Aires 2010). Lo interesante en la trayectoria de este autor licenciado en Literatura en la Universidad de Tucumán es que en sus inicios destacó, sobre todo, como periodista escrito y televisivo. Empezó como crítico de cine y después fue director de importantes semanarios y suplementos culturales, como el del diario ‘La Opinión’ (1975). Pero sorprendería al mundo literario publicando ‘Novela de Perón’ (1985), aunque su obra fundamental es ‘Santa Evita’ (1995), la novela argentina más traducida de todos los tiempos.

SANTA EVITA (1995): Este columnista decidió escribir sobre esta novela, pero no se imaginaba que, por coincidencias del destino, el autor fue tendencia en Buenos Aires esta semana, al anunciar Blas, su hijo, en su cuenta de Twitter: “Se acaba de vender la casa de Highland Park (Nueva Jersey), donde mi viejo escribió sus últimos libros desde ‘Santa Evita’”.

Esa casa, a una hora de Manhattan, tuvo algo mágico porque su hijo recuerda: “Era enorme, desprolija, llena de libros, discos, papeles, grandes ventanales y esa temible pizarra a la que se le enfrentaba y que lo delataba todos los días de que no había llegado a escribir lo que debía”.

Cuando leí el libro, quedé pasmado por el descomunal dominio de las técnicas periodísticas, historiográficas, narrativas y psicológicas en las que se mueve el autor para enfrentar el fenómeno argentino que significó en vida y muerte Eva Duarte, ‘Evita’, la esposa del controvertido expresidente argentino, el militar Juan Domingo Perón, fundador del peronismo.

Este movimiento político, curiosamente, acaba de retornar al poder. Idolatrada en vida por los ‘descamisados’, esos millones de argentinos en pobreza que, ante su prematuro deceso, la convirtieron en ‘santa’, el libro se basa en esos momentos turbulentos de la Argentina.

Mario Vargas Llosa quedó maravillado cuando la leyó: “Es una biografía, un mural sociopolítico, un reportaje, un documento histórico, una fantasía histérica, una carcajada surrealista, y un radioteatro tierno y conmovedor (...) hay en ella, debajo de los alardes imaginativos y los amagos líricos, un trabajo de hormiga, una pesquisa llevada a cabo con tenacidad de sabueso”.

Se ubica en esa convulsionada etapa de la historia argentina de 1950. Eva Duarte, la verdadera lideresa del peronismo en el poder, está muriendo. Un coronel edecán de Palacio la espía y constata cómo se desangra diariamente de hemorragias vaginales. Los enemigos de Perón, la embajada de Estados Unidos, saben que al símbolo del dictador populista le quedan pocos meses de vida. Cuando muere de cáncer al útero en 1952, sus funerales son tan apoteósicos que ‘durante doce días, medio millón de personas besaron el ataúd, algunos tuvieron que ser arrancados a la fuerza porque trataban de suicidarse con navajas y cápsulas de veneno’, se lee. Siendo objeto de devoción por las masas, su cuerpo fue embalsamado por el médico español Pedro Ara.
Ese cadáver no podía ser enterrado, así que se depositó en la Central de Trabajadores de la Argentina peronista.

Pero en 1956, un golpe de Estado derroca a Perón, que se escondió en un barco paraguayo. Mientras, un comando militar secuestra el cuerpo de Evita. El militar Carlos Moori Koenig, que comandó el plagio, está asustado pues la ‘resistencia’ peronista puede intentar recuperarlo.

Deambuló con el cadáver por todo Buenos Aires un buen tiempo. Hasta quiso llevarlo a su casa, pero su esposa lo impidió. La Marina quería incinerar el cuerpo; el Ejército, más del pueblo, darle ‘una cristiana sepultura’... pero muy lejos de Argentina. Así que el cadáver llegó a Milán, donde se le enterró con nombre falso.

Todas esas fascinantes peripecias las leemos en la novela. Cuando el general Perón regresó al poder, a inicios de los setenta, el cadáver de Eva -luego de frenética búsqueda- volvería a Argentina. Al morir el general, otra vez trasladarían el cuerpo al mausoleo, donde descansaría al lado del líder y su esposo.

Parecía el final de la historia, pero después del golpe militar de Rafael Videla en 1976, este ordenó que Evita descanse en el cementerio de La Recoleta y, otra vez, el cuerpo de la ‘santa’ volvió a ser exhumado. Resulta paradójico que en el 2019, el peronismo haya vuelto al poder con Cristina Kirchner involucrada en corrupciones millonarias. Ella no tiene nada en común con la ‘Santa Evita’ que, antes de morir, le dijo a su marido: “No abandones a los pobres, a mis ‘grasitas’. Todos estos que andan por aquí lamiéndote los zapatos te van a dar vuelta la cara algún día. Los pobres, no”.

Apago el televisor.

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