Este Búho inicia la  2017 que, definitivamente, ya no es como antes. Recuerdo que de niño íbamos a la iglesia y veíamos en solo tres canales el sermón de las tres horas. Ahora, los dueños de las empresas de buses que perdieron miles de dólares por quieren sacarse el clavo y cobran los pasajes como si fueran reyes los que viajan. Yo no salgo ni a la esquina, ya tuve bastante con ir a Cocachacra, Santa Eulalia y Chosica cuando el huaico se llevaba hasta las líneas del tren.
 Por eso prefiero escuchar música de Piero: ‘Soy un hombre que viene, soy un hombre que va’. Estaba solito en mi cuarto. Ni semana santa ni ‘semana tranca’. No sé cómo se coló un temón de Joaquín Sabina, ‘Eclipse de mar’. ‘Hoy dice el periódico que ha muerto una mujer que conocí’. En eso, me llamaron por teléfono. ‘Amigazo, nuestro amigo Marquito viaja a España, la despedida es en el Pink Flamingo’. Les juro que pensaba que ese point miraflorino había muerto el día que dinamitaron Tarata, junto al Carnaby, esos malditos terroristas de Sendero Luminoso.

Fue una noche extraña. Mi pata me dijo: ‘Búho, ya no sigas escribiendo sobre en Semana Santa, por favor. Te leo esas columnas hace diez años, ja, ja, ja’. Creo que era pertinente el consejo. Pero siento que ni estos días van a aminorar la coyuntura política que está en ebullición. Hay políticos a los que les encanta, les aloca, les fascina el Twitter, y me pregunto: ¿Por qué el expresidente Alan García no se pronuncia por lo que está pasando con sus socios de Chim Pum Callao? ¿Ya no se acuerda que tomaba cerveza helada con Kouri? 

Este columnista, de chibolo, era de esos fieles que no comían carne, no hablaban lisuras, no jugaban pelota. Pero uno cambia. En estos tiempos, mi hija pasa la Semana Santa pegada a su laptop. Yo, escribiendo la realidad. Vivimos tiempos duros. Todo se llena de podredumbre y miseria moral. La es el cáncer de esta sociedad. Mientras la policía, los militares, los políticos y los voluntarios se hundían en el fango de Huarmey, Piura, Trujillo o Tumbes, los malditos robaban a combazos en Miraflores o San Isidro, o ‘raqueteaban’ por Comas y San Juan de Lurigancho. Por eso le doy la razón a los pobladores que piden cadena perpetua para esas lacras. 

Este columnista acompaña a su hija a las iglesias por Semana Santa, pero mi corazón hierve de indignación. Me llaman por teléfono: ‘Mira este video del horror’. ¡¡No, por Dios!! llamada ‘Fuego’, en Santa Anita, a vista y paciencia de un grupo de gente. Me acordé de la película ‘Acusada’, con Jodie Foster y Kelly McGillis. A Jodie, una camarera alcohólica de Los Ángeles, la violan tres tipos en un bar y hasta la jueza dictamina que ella provocó el ultraje. Cuando vi ese video, se me escarapeló el cuerpo porque soy padre de una hija que, para mi pesar, dejó de ser niña y es adolescente. Observé indignado ese video y vi la cara del miserable. Un tipo abusa de una chica en una discoteca repleta de gente. Un maldito filma la violación porque la chica estaba desmayada de tanto licor. Pero lo peor es que vi en tele que un abogado decía que el que grabó todo no es punible de culpa alguna. Increíble. Me parece como la escena bíblica en que Herodes le pide al populacho: ¿A quién quieren perdonar, a este asesino y delincuente Barrabás o a este loco Jesús, que dice ser el Mesías? Y el pueblo ruge: ¡Barrabás, Barrabas! Desde antes de Cristo, las muchedumbres se equivocan. Apago el televisor.

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