Este no puede dejar pasar una fecha importantísima para la política nacional: los cien años cumplidos por Luis Bedoya Reyes, el líder y fundador histórico del Partido Popular Cristiano. Digo que es importantísima porque resulta significativo que el centenario fundador esté vivo, mientras que un político relativamente joven como Félix Moreno está prófugo, ‘muerto’ y sepultado en montañas de corrupción. Por eso, Bedoya se merece todos los homenajes y la reverencia de todos los políticos de las distintas tiendas, porque es un ejemplo de trayectoria limpia.

Con un político como el ‘Tucán’ se podía discrepar en cuanto a sus ideas políticas, incluso combatirlas, como hicieron los apristas e izquierdistas frente el derechismo primigenio del PPC, pero se respeta la línea de conducta del líder. Bedoya fue alcalde de Lima y realizó una obra monumental por la que será eternamente recordado: la Vía Expresa, a la que sus enemigos obtusos de ‘visión urbanística de futuro’ calificaron despectivamente de ‘zanjón’. Hoy no solo es una autopista que une Lima con Miraflores, sino que también lo hará con Surco, San Juan de Miraflores y Villa El Salvador. En cambio, ¿quién se acordará, por ejemplo, del ‘Cholo’ Toledo y su Interoceánica fantasma? Solo se recordarán los 45 millones de cutra que pagó Odebrecht por la obra a él y otros ladrones con banda y fajín.

Al homenajear a Luis Bedoya, también debemos recordar a políticos que ya no están entre nosotros: Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador del Apra, brillante intelectual y orador que murió sin tener ni una casa propia, porque la de Villa Mercedes, en Vitarte, era prestadita; Fernando Belaunde, dos veces presidente, un estadista y constructor que si hubiese sido un Toledo o Moreno, aceitado por las constructoras, habría terminado millonario. El constructor de notables complejos de vivienda, como las unidades vecinales Residencial San Felipe y Torres de San Borja, murió en su departamentito en Camino Real.

Y cómo olvidar al que fuera alcalde de Lima, Alfonso Barrantes Lingán, el tío ‘Frejolito’, que falleció en su vieja casa de La Capullana con su Volkswagen viejito en la puerta.

El ‘Tucán’, en sus tiempos mozos, era un excelente orador, brillante polemista y un estudioso del Derecho, no como otros políticos que ni siquiera saben hablar y cuando abren la boca, es para hacer reír porque dicen cantinfladas, como César Acuña, quien expresa: ‘Una persona es feliz cuando logra su felicidad’.

Los políticos de antes eran cultos. Releo ese excelente e imprescindible libro titulado ‘Historia de la corrupción en el Perú’, del lamentablemente desaparecido Alfonso Quiroz. Tiene mucha razón en su libro, donde nos muestra, en épocas de mayor corrupción, a un grupo de políticos que toman el Estado como un botín. No hay fronteras entre el espacio público y el privado. Estos políticos llegan al poder y capturan el Estado como si fuera su propiedad. Invirtieron en su campaña electoral, han ganado y se disponen a cobrar lo que pusieron para pagar favores a los empresarios amigos que los financiaron.

Lo que vemos hoy, sobre cómo algunos presidentes se vendieron a empresas como Odebrecht, lo vivimos hace dos siglos con el guano y el salitre, y hace un siglo con el caucho, el petróleo o la anchoveta. Ejecutan obras pero ‘para robar’. ¿Un candidato ‘amarillo’ no ganó con el slogan ‘roba pero hace obras’? Para escribir este libro investigó corrupciones que vienen desde la Colonia y que subsisten hasta hoy. Veo con preocupación que no hay más políticos del molde de un Bedoya, un Belaunde o un Barrantes en la derecha, el centro o la izquierda, y eso nos debe hacer reflexionar y no votar a ciegas, si no queremos futuros ‘Becerril’, ‘Mamani’ o ‘Donayre’ en el Congreso ni otros ‘Toledo’ u ‘Ollanta’ en la presidencia.

Apago el televisor.

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