Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un menestrón con fideos canuto, papa, carne de res suavecita y, para tomar, una agüita de manzanilla. “María, es increíble toda la emoción y expectativa que genera la selección. Desde la confección de cientos de miles de polos de la Blanquirroja, que lleguen a agotarse en poquísimo tiempo; ver bailar en las calles a niños, mujeres, adultos y viejos, sin ninguna vergüenza; hinchas grabando melosas canciones de homenaje a los jugadores; o incluso gente pidiendo colaboraciones en la calle explicando que es para comprar una entrada de reventa para el , ¡y que la gente les dé dinero! La nota fea la dan los estafadores y falsificadores, que engañan a los hinchas vendiendo entradas falsas para el choque con los ‘cafeteros’, por las que piden hasta mil soles. El país vive un terrible estado de euforia por el fútbol, pues todos soñamos con vernos representados en Rusia 2018 por los pupilos del ‘Tigre’ Gareca. La ministra de Economía, que si Perú clasifica al Mundial, la economía crecerá. Ya lo estamos viendo solo con la venta de camisetas de la selección.

Asimismo, aumentaría la demanda de televisores más grandes y más caros para ver los partidos, y de equipos de sonido para animar las celebraciones. La gente se sentiría más optimista de cara al futuro y gastaría más en alimentos, ropa y hasta se animarían a asumir compromisos a mediano y largo plazo, como la compra de un vehículo o un departamento. Sin embargo, como padre de familia, no deja de preocuparme la exagerada expectativa porque podría afectar a nuestros hijos. Pues nadie puede asegurar que mañana le ganemos a Colombia. Las posibilidades de vencer o perder están parejas. ¿Y si somos derrotados y no vamos a Rusia 2018? Hay colegios donde a los niños los están haciendo ir con camisetas de la selección y en sus aulas se la pasan hablando de que Perú volverá al Mundial. Repito, me parece demasiada la euforia. No quiero ni pensar en la tremenda decepción que sufrirán nuestros niños si el equipo no logra clasificar a la cita mundialista. ¡No quiero ver a mi hijo llorando! Hasta un trauma podría sufrir. Por eso, los padres tenemos la responsabilidad de ponerle paños fríos al ambiente. Hay que bajar los decibeles, decirle a los niños que esto es solo fútbol y, aunque parezca lo más maravilloso e importante, no lo es. Hay que enseñarles a celebrar los triunfos con moderación, ya que si se pierde, no se acaba el mundo. Al día siguiente todo seguirá más o menos igual”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

NOTICIAS SUGERIDAS

Contenido GEC