llegó al restaurante por su pato en ají estilo norte chico con sus yucas sancochadas y su jarra de emoliente tibiecito. “María, me exaspera cuando subo al micro y veo que mujeres embarazadas, con bebitos en brazos o personas de la tercera edad se tambalean paradas sin que nadie les ceda el asiento. O cuando en un almuerzo el papá, la mamá, los tíos mayores y los abuelos conversan amenamente alrededor de la mesa, mientras que los chicos están dale y dale con el celular, jugando o chateando con personas que quizá ni conocen, indiferentes a todo, como ausentes. 

Eso es faltar el respeto, algo que difícilmente pasaba hace décadas, cuando no existía mucha tecnología y había reglas que respetar. Recuerdo el famoso ‘Manual de urbanidad y ’, más conocido como ‘Manual de Carreño’. Ese libro era como una Biblia que antaño se tenía que seguir al pie de la letra. El texto data de 1853, pero estaba vigente hasta hace unas décadas. Traía lecciones o consejos sobre la forma de comportarse en espacios públicos o privados, con la familia, en la mesa, en los eventos sociales. 

Mencionaba, por ejemplo, que es de mal gusto ‘chuparse o morderse un mechón de cabello’, ‘morderse las uñas’, ‘tener un cigarrillo entre los labios mientras se habla’, ‘usar el cepillo o peine sucio’, ‘comer ruidosamente haciendo gestos exagerados’ o ‘masticar chicle con la boca abierta o mientras se habla’. Los tiempos han cambiado, pero hay modales de conducta básicos que debemos respetar.

Saludar cuando se entra o sale de un lugar. Un simple saludo puede hacer la diferencia.

Ceder el paso, sujetar una puerta o ayudar a una persona que se cae al suelo.

Al pedir las cosas, decir ‘por favor’ y después dar las ‘gracias’. Es un gesto sencillo, pero muy valioso.

Ser amable en todos los actos cotidianos como trabajar, conducir, caminar por la calle, hablar...

No debemos empezar a comer hasta que lo hagan los anfitriones o quienes merezcan más respeto por rango o edad.

No se habla con la boca llena.

No levantarse de la mesa hasta que no se haya terminado de comer, salvo por una razón importante y pidiendo el permiso correspondiente.

El pan se trocea con la mano y no con el cuchillo o algún otro cubierto.

No hablar con alguien mientras se está mirando el celular. Es una falta de respeto.

Escuchar sin interrumpir y no hablar todos a la vez”.
Mi amigo Gary, quien es todo un caballero, tiene razón. Me voy, cuídense.

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