El Suberba luce remodelado
El Suberba luce remodelado

El fotógrafo Gary llegó al restaurante por un sabroso cau cau con arroz blanco graneadito, rocotito molido y una jarra de cebada con linaza calientita para bajar la grasita. “María, me vino a buscar el veterano periodista de Política, ‘Cigarrito’. Lucía su clásico conjunto jean y su peluca de pelo castaño. Las chicas de la Redacción lo vieron de espaldas y dijeron, ¡¡cuero!!, pero cuando volteó y se sacó los lentes oscuros, vieron ese rostro lleno de arrugas, como surcos que dejaron los carros del ‘Dakar’, en las dunas de Ica. ¡¡Noooo!!, gritaron de espanto.

Mi amigo me dijo: ‘Gary, el ‘Superba’ lo han remodelado. Sí, el mítico restaurante-bar que está en Petit Thouars, cerca de la Javier Prado y al costado del que era el cine ‘San Isidro’. Ese bar era entrañable y la gente se amanecía comiendo y bebiendo. Ahora está diferente. Lo bueno es que los fines de semana se presentan cantantes criollas de pura cepa, como la gran Marlene Guillén, quien arma la jarana.

El ‘Superba’ siempre tuvo un encanto especial, con mozos antiguos y educados, que llamaban a los clientes por su nombre, eran tíos que ingresaron a trabajar jovencitos y pasaron más de treinta años atendiendo a una bohemia ilustrada y bullanguera. El centro de novelistas, poetas y periodistas. Eran asiduos el cronista Eloy Jáuregui, el inolvidable Efraín ‘Cholo’ Trelles, brillante historiador y periodista deportivo que tenía ‘su oficina’ en una de sus mesas.

El ‘Chino’ Carlos Domínguez llevaba a ‘Cigarrito’ a tomar una res y degustar tacu tacu con apanado. Una vez, mi amigo me rogó: ‘Gary, me han pagado un reintegro de un viaje a Iquitos. Te invito a almorzar al ‘Superba’, pero lleva a Diana y Ruth, mis amores de la Redacción. Las chicas se entusiasmaron a pesar que le tenían un poco de miedo al redactor de Política, que las miraba con ojos libidinosos. Pero en el bar se relajaron con las cervezas que mi amigo pedía todo ceremonioso. Hasta que llegó el escritor Alfredo Bryce. El famoso novelista de ‘Un mundo para Julius’ marcó la cancha y miró a las jóvenes bellezas de nuestra mesa. A la media hora, me miró y me saludó con la mano. ‘¡¡Gary, Bryce te está pasando la voz!!’, gritó Diana.

El escritor, que ya estaba movido después de varios piscos, me llamaba. Fui y me dijo: ‘Hola, sobrino, ¿por qué no vienes con tus amigas? Pero vengan cuando el tío flaco, que está con ustedes se vaya al baño’. Cuando ‘Cigarrito’ se fue, los tres nos dirigimos en busca de Bryce que entusiasmado exclamó: ‘Estas bellas chicas merecen tomarse unos whiskies en el bar inglés del Country, ¿vamos?’. Y salimos donde estaba cuadrado un carrazo con chofer.

Subimos y en eso llegó ‘Cigarrito’ y pegó su cara en la luna y gritó: ‘¡¡Abran, yo también voy!!’. Pero el novelista, sin mirarlo, ordenó: ‘Arranca, Pierre, al Country’. Lo que pasó esa madrugada se los contaré otro día”. Pucha, qué tales historias del señor ‘Cigarrito’. Me voy, cuídense.

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