El fotógrafo Gary llegó al restaurante por unas chuletas fritas acompañadas de papa a la huancaína y, para la sed, un refresco de maracuyá con poca azúcar. “, con tantos ‘monstruos’ que violan y matan niños, que golpean y asesinan a mujeres, no hay duda de que la salud mental en nuestro país está muy mal. Se puede afirmar que gran parte de la población está enferma de la cabeza y del alma. Pero el Estado hace muy poco al respecto y ni se habla de implementar un plan de salud a nivel nacional. A este paso, si no actuamos, no quiero ni imaginar los niveles de violencia a los que llegaremos dentro de poco. Pero no solo degenerados como violadores y asesinos son reflejo de nuestra sociedad violenta, o los mismos delincuentes que asaltan y matan mostrando increíble crueldad, sino también miles de personas ‘normales’ y ‘comunes’ con las que nos cruzamos en las calles, en el mercado, en las pistas y que son como ‘bombas de tiempo’ andantes, que estallan sin ningún motivo. Los vemos todos los días tras los volantes. Muchos choferes lanzan insultos al conductor que está adelante y lo revientan a bocinazos, ¡porque respetó el semáforo en rojo y se detuvo! ¡Increíble!

Esas personas le meten el carro a otros conductores y a los mismos peatones, sin importarles que estos sean mujeres y niños. Tocan el claxon como salvajes incluso delante de hospitales, sin ninguna consideración a los pacientes internados. Hace unos días se mostró el video de una cámara de vigilancia en Miraflores, donde un miserable golpea a un anciano y lo lanza al piso de un patadón porque este espantó a su mascota, que iba a hacer sus necesidades frente al edificio que cuida. No hay tolerancia y muchos son incapaces de reconocer errores y ofrecer disculpas, sobre todo cuando la otra persona está en desventaja, como un niño, una mujer o un viejito. En los buses, en el Metropolitano y en el tren eléctrico, son incontables las peleas a golpes entre pasajeros por un asiento. Muchos cobardes, olvidando que son varones, se ponen a discutir, insultar y hasta golpean a mujeres a las que no conocen por cualquier cosa. No tienen ninguna vergüenza de hacerlo. Es indudable que esos individuos, además de ignorantes, son misóginos, pues odian a las mujeres. Esa gente también tiene serios desequilibrios de conducta. Estos comportamientos casi siempre son aprendidos en el hogar, pues los hijos ven el proceder violento de sus progenitores ante cualquier situación cotidiana y luego lo replican. Los padres tenemos la grandísima responsabilidad de mostrarnos como personas centradas, responsables y respetuosas, pues nuestros hijos nos están viendo. Ellos son reflejo de sus padres”.

Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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