Las noticias que nos llegan sobre delfines suelen referirse a su inteligencia, a las bellas y espontáneas coreografías que arman al salir a flote o a las campañas contra su cautiverio. Incluso, hay con uno o más delfines como protagonistas. No obstante, esta vez nos referiremos a la historia de un delfín que murió por haber comido la presa equivocada. La lo explica, como todo en esta vida. Comencemos.

En una playa de Australia, un delfín de veinte años fue encontrado muerto y presentaba un pulpo atorado a medio camino entre la boca y la garganta. El animal, llamado “Gilligan”, era conocido por los científicos de la zona porque formaba parte de un grupo de tres delfines machos. Descifrar su muerte fue casi digno de una serie policial.

Una posible hipótesis de la muerte de “Gilligan” asegura que el delfín se asfixió cuando estaba por tragarse al pulpo. Por ello, un equipo de biólogos marinos de la realizó una autopsia con el objetivo de comprender cómo fue la batalla de los dos animales antes de morir. El trabajo de investigación ha sido publicado en Marine Mammal Science.


La investigación reveló que el pulpo de 2 kg, de la especie Macroctopus maorum, la más grande de la zona, peleó desesperadamente por liberarse de las fauces del delfín. Gracias a la autopsia se comprobó que las ventosas de sus tentáculos se pegaron firmes en la mucosa de la lengua, garganta, esófago y paredes laterales de la laringe del mamífero, causándole mucho daño.

Por su parte, el delfín nariz de botella murió de hiperemia (congestión de la irrigación sanguínea en los vasos capilares, en este caso, producida por la presión del pulpo), la cual le generó una falta de oxígeno.

Sin embargo, dadas las evidencias, los científicos presumen que al fin y al cabo “Gilligan” murió por gula: al abrir su estómago, descubrieron en su interior una buena cantidad de peces y moluscos, por lo que ponerse a cazar al pulpo fue algo absolutamente innecesario.



Aún así, nadie puede culpar a “Gilligan”: los pulpos son el alimento preferido de los delfines. Estos moluscos, a diferencia de los peces, se cansan muy rápidamente cuando intentan escapar (especialmente si los atrapan luego del apareamiento) y son una fuente importante de proteínas para su depredador. Una vez atrapados, todavía falta librar una batalla más antes de poder tragarlos con seguridad: es necesario neutralizar las ventosas que el pulpo utiliza para defenderse. Así, los delfines saben bien cómo sacudir al molusco para arrancarle los tentáculos y evitar que los utilice para “succionarlo” por dentro.

Pero “Gilligan” resultó ser un delfín muy perezoso y no tomó sus precauciones, por lo que fue asfixiado fácilmente por el pulpo. En la autopsia, el molusco presentaba sus tentáculos completos, pero tuvo la mala suerte de no poder escapar de las fauces del delfín después de matarlo.

Los pulpos no solo saben defenderse de los ataques de los delfines, también pueden ahorcar a los lobos marinos: ellos son animales muy inteligentes y hay quienes saben contar hasta cinco, como este. Los delfines, por su parte, tampoco se quedan atrás. Esta investigación descubrió que las madres delfines tienen un canto y un nombre para cada una de sus crías.

Esta es una muestra de cómo una noticia insólita puede servir para divulgar la Ciencia.
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