La muerte de el viernes, a los 90 años, se suma al temor de los cubanos a que el nuevo presidente electo de Estados Unidos, , eche por tierra los dos años de acercamientos entre ambos países, en temas comerciales y turísticos, que impulsarían el desarrollo de la isla.

Trump tiene un tono muy diferente al del actual presidente Barack Obama, quien hace dos años llegó a un acuerdo con el hermano menor de Fidel, el mandatario cubano Raúl Castro, para acabar con medio siglo de hostilidades.

Tras la muerte de Fidel, Obama lo llamó “persona única”. Trump lo calificó de “dictador brutal”.

En campaña, Trump intentó ganar el voto cubano estadounidense de Florida prometiendo que, de ganar, cerraría la recién inaugurada Embajada estadounidense en La Habana.

“No se ha decidido nada”, dijo ayer la asesora de Trump, Kellyanne Conway. “El presidente electo tomará esas decisiones una vez que asuma el cargo”, acotó.

Pero Reince Priebus, quien será jefe de gabinete a partir del 20 de enero, dijo que Trump pediría más libertades políticas al gobierno cubano y que si no las consigue, la apertura retrocederá. Eso equivaldría a continuar con el cerco económico.

ALEGRÍA Y TRISTEZA

Mientras los exiliados cubanos en Miami cantan y bailan sin parar, desde la noche del último viernes por la muerte de Fidel, una Cuba en duelo se preparaba ayer para una semana de ceremonias y una procesión por toda la isla para despedir al padre de la Revolución.
Los funerales del Comandante, un personaje único que forjó la identidad de la isla y se erigió en uno de los símbolos del siglo XX, se extenderán hasta el domingo cuando sus cenizas descansen en Santiago de Cuba, cuna del alzamiento que lo llevó al poder en 1959.

El traslado de los restos, de La Habana a Santiago, llevará cuatro días y apunta a convertirse en una movilización de millones de cubanos.

La primera ceremonia fúnebre será hoy en la Plaza de la Revolución de La Habana, donde se reunirán desde pescadores hasta taxistas y pequeños comerciantes.

NO SE CANSAN

Pero Miami, donde reside la mayor comunidad de cubanos que huyó de su régimen, explotó de euforia y las celebraciones por su muerte no se detienen. Ni la lluvia, ni el cansancio, nada les quitaba energías.

La fiesta comenzó la medianoche del viernes, se prolongó todo el sábado y continuaba ayer.

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