POR: MIGUEL RAMÍREZ / Periodista de investigación

Al parecer, los tiempos oscuros del montesinismo vuelven a rondar en la Oficina Nacional de Procesos Electorales () y a poner en riesgo la transparencia de las elecciones regionales y municipales que se realizarán en apenas cinco meses, en octubre de este año.

No es ninguna exageración. La denuncia la hizo hace dos semanas en el programa ‘Cuarto Poder’ y luego en la revista ‘Caretas’, Susana Guerrero, la mismísima gerente de asesoría jurídica de ese organismo. Como ‘premio’ por su denuncia, la valiente funcionaria fue despedida por el jefe de la entidad electoral, Adolfo Castillo Meza.

Guerrero denunció que el partido Podemos Perú, del excongresista y magnate universitario , recibió un trato preferencial, irregular y sospechoso para lograr su inscripción en enero pasado.
Dijo que presentaron 400 planillones con espacios en blanco y también varias firmas falsas, que ella detectó y puso en alerta a sus superiores. Como no le hicieron caso, presentó su denuncia ante la Fiscalía de Corrupción de Funcionarios.

Guerrero mencionó que, detrás de estas movidas oscuras, estuvieron Fernando Obregón Mansilla, gerente de gestión electoral, y sus amigos José Cavassa y Luis Navarrete Santillán, personeros del partido que logró la cuestionada inscripción.

Los nombres de Cavassa y Navarrete son muy conocidos por este columnista: ambos fueron los artífices de la falsificación del millón de firmas del movimiento Perú 2000, que utilizó el expresidente para su tercera elección. Dicho caso lo descubrimos hace 18 años cuando integraba la Unidad de Investigación del diario ‘El Comercio’.

Cavassa era el todopoderoso gerente de gestión electoral de la ONPE, que se encargó de validar las firmas adulteradas, y Navarrete cedió su casa en en donde se falsificó el primer lote de firmas.

Destapamos que, para lograr su fraudulenta inscripción, el movimiento fujimorista montó una verdadera ‘fábrica’ en un edificio del , donde un pelotón de falsificadores trabajaba las 24 horas del día. En total, la agrupación presentó más de un millón y medio de firmas, de las cuales 503 mil fueron declaradas válidas, el resto eran ‘truchas’.

Cavassa nombró como jefe de la ONPE en a su amigo Rubén Calderón Díaz, quien había sido coordinador de los 400 falsificadores que fueron contratados. “Lo conozco (a José Cavassa) hace muchos años. Desde el 85 más o menos”, nos dijo cuando lo descubrimos.

Se trataba de toda una red bien estructurada de malos funcionarios, que encabezaba el jefe de la ONPE, José Portillo Campbell, el popular ‘papelito manda’, a quien le pagaba 10 mil dólares mensuales.

Tiempo después, cuando volvió la democracia, los implicados fueron a la cárcel, pero luego salieron y hasta fueron absueltos.

Nadie sabía nada de ellos, pero ahora, cual fantasmas, han vuelto a aparecer. La ONPE debería ser auditada, pero esto parece importarles poco a los politiqueros. Nos vemos el otro martes.

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