Por: Miguel Ramírez / Periodista de investigación

Muchísimos peruanos creyeron ingenuamente que gobernaría el país sin su mentor Se comieron el cuento que Cerrón no sería ni portero de un ministerio y el llamado a la “unidad nacional”, que planteó Castillo cuando fue reconocido presidente por el cuestionado Jurado Nacional de Elecciones (JNE).

Este sencillo columnista siempre tuvo y tiene la certeza que Castillo y Cerrón son la misma cosa, agitadores sociales, juegan en dupla, son como el policía bueno y el policía malo para engañar a la población, que tanto dicen defender.

Ambos tienen un único objetivo: dinamitar el sistema democrático, tumbarse al actual y hacer una nueva Constitución, para perpetuarse en el poder y controlar los medios de comunicación independientes.

LOS CAMARADAS DEL GABINETE

La mejor prueba de ello es la designación del primer ministro Guido Bellido, quien tiene investigaciones por apología al terrorismo y supuestos vínculos con los jefes de Sendero Luminoso en el VRAEM. Es, además, un declarado homofóbico y misógino, aunque ahora lo niega.

Todos sus ministros, sin excepción –incluidos Pedro Franke y Aníbal Torres, quienes primero lo rechazaron y luego volvieron arrepentidos para ponerse el fajín ministerial-, son de izquierda o de extrema izquierda. El ministro de Trabajo, Íber Maraví, fue secretario de juventudes del Movadef, el brazo político de Sendero.

Pedro Castillo no es ningún ingenuo, y menos se ha dejado llevar de las orejas por Cerrón, para estrenar su mandato con este terremoto político, que ha sumido al país en la incertidumbre. Eso es lo que buscaba.

El sociólogo Juan Infante describe su personalidad con una certeza notable: “(Castillo) es huidizo, malcriado, poco confiable y capaz de tirar una negociación por la borda a último momento. Prolongar la tensión es su juego, claramente no es un estadista. Él no es un títere de Cerrón, él es tan radical como Cerrón”.

El astuto Cerrón vendió la imagen de Castillo del maestro rural, humilde, que tenía su chacra y criaba gallinas, con lo cual consiguió el abrumador voto de las zonas andinas olvidadas por el Estado.

Era un guion politiquero. Durante la campaña, todos se olvidaron del papel incendiario que protagonizó Castillo durante la huelga magisterial del año 2017.

En ese entonces, creó la Federación Nacional de Trabajadores en la Educación del Perú (Fenate), un organismo ilegal que el sábado su gobierno lo reconoció oficialmente. Castillo fundó ese organismo para quebrar al Sutep, el único sindicato que tenían los profesores, y lo acaba de conseguir.

Hay que recordar que Castillo formó la Fenate junto a otros dirigentes vinculados al Movadef, el organismo de Sendero Luminoso.

Durante la huelga magisterial, Castillo y sus amigos senderistas movilizaron a miles de maestros provincianos hacia Lima, en donde armaron violentas marchas que obligaron a renunciar a la entonces ministra de Educación, Marilú Martens.

El ministro del Interior de ese momento, Carlos Basombrío, fue al Congreso y dijo que Castillo lideraba un comité vinculado al grupo terrorista de Abimael Guzmán.

Nada de eso sirvió. Castillo se convirtió en un ‘luchador social’ gracias al respaldo que recibió –paradojas de la vida- de la poderosa bancada de Fuerza Popular, que lideraba Keiko Fujimori.

EL SECRETISMO

A Castillo y Cerrón, la dupla del caos, no les importa Lima ni las capitales de provincia, sino los “pueblos originarios”, las localidades y etnias recónditas del ande y de la selva para conseguir su objetivo de hacer estallar el sistema democrático.

Tampoco quiere que nadie sepa con quién se reúne. En su discurso dijo que no gobernará desde el Palacio de Gobierno “porque creo que tenemos que romper con los símbolos coloniales”.

Pero eso huele a cuento y secretismo. El Consejo de la Prensa lo instó a cumplir con las leyes que lo obligan a transparentar sus reuniones. Eso significa que su despacho debe contar con un libro de visitas en el cual se consigne los nombres de los visitantes, a quién representan, el motivo de la reunión, y la hora de ingreso y salida. Recién el domingo aceptó despachar en Palacio “hasta que encuentre otro lugar”.

Al parecer, para Pedro Castillo y Vladimir Cerrón el orden constitucional actual –como lo dijo uno de sus partidarios- son ‘huevadas’ y ‘boludeces democráticas’. ¡Cuidado, presidente Castillo, el país no es su chacra! Nos vemos el otro martes.

*Los artículos firmados y/o de opinión son de exclusiva responsabilidad de sus autores.

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