no pudo presentar su libro porque justo llegó la pandemia. Nominado al premio Luces, Hijos de la guerra (Hipocampo Editores, 2020) recorre el barrio con ese lenguaje desvergonzado y poético, una combinación que te sumerge con los personajes de este libro de cuentos.

TAMBIÉN LEE: CARLOS HERRERA: “PESE A LOS MOMENTOS DE TENSIÓN QUE VIVIMOS EN ESTA ÉPOCA, LEER ES UNA SALIDA” | ENTREVISTA

¿Cuánto es la influencia del poeta Juan Ramírez Ruiz, fundador de Hora Zero, en tu narrativa, en alusión al cuento Juanrra?

Juan Ramírez Ruiz es el poeta mayor de la poesía peruana. El cuento es una especie de alegato porque, muchas veces, los ‘iluminados’ terminan siendo relegados. Eso sucedió con Ramírez Ruiz. Tal vez por su propia personalidad, pero también porque muchos se suben al coche sin haber sido invitados.

En La Pampa está el barrio, que mucha gente no conoce. Es un cuento de choques culturales.

Tiene que ver con mi experiencia: nací y crecí en el Rímac. Esta violencia existe. Lo que me parece curioso es que no está registrado en la literatura peruana; solo hay dos pincelazos: en La ciudad y los perros Vargas Llosa describe que el padrino del Jaguar vive en la avenida Francisco Pizarro, en el Rímac; y en el cuento El Trompo de José Diez Canseco, que tiene como eje el cerro San Cristóbal, aunque con un lenguaje más costumbrista. Me propuse representar este espacio que no es visto.

TAMBIÉN LEE: KATHY SERRANO: “ME ENCANTARÍA VIVIR EN UN LUGAR DONDE LAS MUJERES Y LOS HOMBRES, SIMPLEMENTE, DISFRUTARAN ESTAR JUNTOS”

¿Por qué crees que esa clase de literatura no se está escribiendo? También pienso en Oswaldo Reynoso.

Hay escritores que creen que es conveniente escribir sobre temas que van a ser más vendibles y no se quieren enfrentar al lenguaje. Siento que hay muchos que están escribiendo lo mismo: le cambias el nombre y la prosa es igual. Hay un tema de evasión. Este lenguaje es el que hablamos diariamente, pero es el que menos está en la literatura peruana. Hay una contradicción. Yo me enfrenté a esta realidad. Por ejemplo, los personajes de Oswaldo Reynoso me encantan, pero siento cierta disonancia cuando los escucho hablar. Quería trabajar ese lenguaje que había quedado al margen.


Enmanuel Grau: No quiero justificar la violencia, pero no nos podemos cegar que hay una violencia mayor que es la del Estado. (Hipocampo Editores)
Enmanuel Grau: No quiero justificar la violencia, pero no nos podemos cegar que hay una violencia mayor que es la del Estado. (Hipocampo Editores)

¿Cómo fue el acercamiento con Hipocampo Editores?

Fue muy curioso. Yo estoy muy apartado del círculo literario peruano. Mandé mi libro a varias editoriales hasta que Teófilo Gutiérrez leyó el cuento Juanrra que lo publiqué en Facebook. Me escribió y me contó que Juan Ramírez Ruiz había sido su amigo. Nos reunimos y me contó un montón de historias del poeta que era mi sol literario en la universidad donde, con unos amigos, fundamos la revista Tajo. Luego, Teófilo me preguntó si tenía un libro preparado: lo leyó y apostó por Hijos de la guerra. Le estoy totalmente agradecido a Hipocampo Editores porque corrieron con todo.

¿Se iba a llamar Hijos de la guerra?

No, se iba a llamar de otro modo, pero fue un acierto de Teófilo publicarlo con este nombre.

En el cuento Guerra Perpetua quisiste acercarte a Georgette Vallejo.

Había leído dos historias: que César Vallejo había hecho abortar a Georgette y la otra es que el poeta estaba pagando un tratamiento para que quede embarazada. Me imaginé a los dos viviendo en una época de post guerra civil española y se me ocurrió que ella cuente la historia. Me pareció novedoso que fuera Georgette la que hablara porque ya hay libros que hablan sobre Vallejo. Creo que la literatura es como una vela prendida en un cuarto oscuro, inerme pero a la vez vigorosa; cada cierto tiempo alguien se acerca a esta habitación y no deja que la llama se apague.

Es una crítica al sistema editorial.

Así es. Nadie te va a invitar para que presentes tu libro. La literatura irrumpe. No tiene por qué pedirle permiso a nadie. Hay una idea colonial de algunas personas que dirigen este sector que parece que les tienes que pedir permiso. Me parece estúpido. Se contrapone contra la literatura. Eso es lo que hecho con Hijos de la guerra: me he metido donde nadie me ha llamado.

Volviendo a tu libro, se nota también bastante la influencia de Julio Ramón Ribeyro, sobre todo, en Al otro lado del río.

Ribeyro me reveló el contraste entre mi barrio y esa Lima, que aún sigue vigente. Tiene que ver con la marginación y la exclusión. Los gallinazos sin pluma me marcó mucho. Sin embargo, consideró que el realismo de Ribeyro puede ser plano, lo que he intentado hacer es buscar más aristas en los personajes, ponerle más barrio en el diálogo, pero sin perder la forma. Ribeyro me reveló la violencia que vivía apenas abría la puerta de mi casa en el Rímac, que era un carnaval de emociones negativas. Recién caí en cuenta dónde vivía a los 16 o 17 años. Yo jugaba fulbito abajo, en el río, y apostábamos las zapatillas. Un par de veces regresé a mi casa sin zapatillas y mi mamá me gritó. Por eso critico que el lenguaje de muchos escritores suene falso. Creo que los jóvenes hemos recuperado a Faulkner, Salinger y Miller, que son escritores que tienen un trabajo con el lenguaje que nos dicen muchas cosas.

Hijos de la guerra es un acercamiento al barrio y a la violencia que representa ese lugar.

Representa a toda la violencia en macro. No quiero justificarla, pero no nos podemos cegar que hay una violencia mayor que es la del Estado. Quería contar de una forma vivencial para que los lectores identifiquen que es urgente cambiar este tipo de violencia.

MÁS DATOS

  • Hijos de la guerra está disponible en las librerías Escena Libre y El Virrey.

TE PUEDE INTERESAR

Contenido sugerido

Contenido GEC