Horas antes de que un helicóptero policial lanzara dos granadas contra la sede de la máxima corte en Caracas (), el presidente , advirtió que "si Venezuela fuera sumida en el caos y la violencia y fuera destruida la revolución bolivariana, nosotros iríamos al combate (...) y lo que no se pudo con los votos, lo tomaríamos con las armas".

La denuncia presidencial elevó aún más la tensión en Venezuela por las protestas opositoras contra Maduro, que dejan 76 muertos desde el pasado 1 de abril y exigen comicios generales y que el mandatario deponga su convocatoria a una Asamblea Constituyente.

Asimismo, despertó preocupación en gobiernos como el de Francia, cuya cancillería pidió en un comunicado el "cese inmediato de las acciones violentas" para evitar que la situación siga "deteriorándose".

Aliado de Caracas, el gobierno ecuatoriano condenó por su parte el "ataque armado" y expresó rechazo a los "intentos desestabilizadores".

Maduro sostuvo que el trabajó para su exministro de Interior y Justicia Miguel Rodríguez Torres, general retirado que se ha distanciado del gobierno y a quien el presidente vincula con el supuesto complot.

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