La humanidad, con todos sus avances en tecnología espacial, no tiene bien vigilados a los asteroides que podrían convertirse en meteoritos y ocasionar una catástrofe en la tierra, advirtió el Dr. , Investigador Titular del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y colaborador de la NASA para el estudio del asteroide Bennu con la misión de la sonda OSIRIS-REx. El pasado 8 de septiembre la NASA lanzó esta nave investigadora desde Cabo Cañaveral, con el objetivo de estudiar in situ al y el reto de traer por primera vez en la historia muestras no contaminadas de un planetoide de tipo primitivo al que se podrá estudiar en detalle. En el referido lanzamiento estuvo Licandro, quien  brinda comprensibles alcances sobre Bennu, la misión que lo persigue, y explica por qué es tan importante saber de estos cuerpos rocosos que giran alrededor nuestro.

¿Qué sabemos hasta la fecha sobre el asteroide Bennu?

Javier: Bennu es un tipo de asteroide que llamamos “primitivo”. Estos asteroides son los objetos del cinturón principal en los que los materiales que los componen permanecen sin casi ninguna modificación notable desde que el asteroide se formó. Son por tanto verdaderas reliquias del sistema solar. Su estudio nos da información única sobre cómo era el disco de polvo y gas que dio origen a los planetas. Las características de estos asteroides, y en particular de Bennu, son muy similares a un tipo de meteoritos que llamamos “condritas carbonaceas”. Los meteoritos son trozos de asteroides que han caído a la Tierra. Estos en particular son un tipo muy raro, no porque no caigan muchos sino porque casi todo el material se pierde durante la entrada en la atmósfera, y sólo llegan a tierra pequeños trozos. Las condritas carbonáceas son meteoritos muy importantes, se trata de agregados de silicatos (algo así como un puñado de arena compactada) que tienen pequeñas esférulas de material fundido formadas hace más de 3 mil millones de años, gotitas de Calcio o Aluminio o similares llamadas cóndrulos. Este tipo de condritas tiene además una gran cantidad de moléculas orgánicas y minerales hidratados (minerales que han incorporado agua en su estructura). La presencia de agua y orgánicos los hacen particularmente interesantes porque la Tierra ha recibido desde su formación muchísimos impactos de estos asteroides primitivos que le han aportado estos elementos fundamentales para el desarrollo de la vida. Traer material de los asteroides que producen las condritas carbonáceas es entonces fundamental, porque será la primera vez que podremos estudiar este material sin que haya sufrido los efectos de la entrada en la atmósfera. Tendremos en el laboratorio material completamente prístino de los asteroides más prístinos del . Además Bennu es un asteroide potencialmente peligroso, de hecho uno de los que más. Su órbita le acerca periódicamente a la Tierra. Aunque no hay posibilidad de impacto en los próximos siglos, sí que es fundamental estudiar cómo es la estructura de estos asteroides para prever los efectos de un impacto y determinar cómo podemos actuar para desviarlo.

¿Qué importancia tiene el IPWG (Image Processing Working Group) para el estudio de Bennu?

El grupo de imagen de la misión se encargará de procesar y analizar las imágenes que van a producir las cámaras OCAMS en el rango visible. EL IPWG tiene varias tareas que son fundamentales para la misión, por ejemplo: contribuirá a determinar la forma del asteroide; estudiará las estructuras geológicas de su superficie; hará un mapa del color de la superficie. Nuestro aporte será justamente la elaboración y el análisis del mapa de colores. Los colores son un indicador de la composición superficial, por ejemplo nos permitirá determinar qué tan homogénea es la superficie del asteroide y qué regiones tienen silicatos hidratados. El resultado del análisis de las imágenes permitirá también elegir dónde la nave debe tomar las muestras de material.

¿Qué información contienen los catálogos de asteroides como el VISTA VHS, el J-PLUS y la misión GAIA y para qué los usan los astrofísicos?

Estos surveys contienen medidas muy precisas de la posición de los asteroides, de cientos de miles de ellos en diferentes momentos, lo que permite determinar sus órbitas con precisión. Pero además miden el brillo en diferentes regiones del espectro (colores) desde el ultravioleta (J-Plus y Gaia) hasta el infrarrojo cercano (VISTA) permitiendo obtener un espectro de muy baja resolución y obtener información sobre la composición de miles de asteroides. GAIA además tomará espectros en el visible de unos 150 mil asteroides. Estas bases de datos significan un salto enorme en el conocimiento de la composición de los asteroides y de cómo se distribuyen los diferentes tipos de asteroides en el sistema solar, permitiéndonos estudiar cómo era la composición del disco que dio lugar a los planetas a diferentes distancias del Sol, y los procesos que tuvieron lugar en este disco.

¿Actualmente, existe riesgo inminente de colisión de algún asteroide contra la Tierra?

No podemos decir que sea inminente, no al menos en términos de una vida humana. Pero sí que los asteroides colisionan constantemente con la Tierra en tiempos más largos. La Tierra ha sufrido el impacto de asteroides del orden de 1km de diámetro con una frecuencia de algunos millones de años. Un objeto así produciría una catástrofe a nivel planetario. Basta ver el efecto del impacto de un asteroide de unos 10 km de diámetro que acabó con los dinosaurios y dio lugar al cráter hace 65 millones de años.

¿Estamos en disposición real de afirmar que tenemos bien vigilado nuestro cielo en prevención de posibles impactos, o no?

No, no los tenemos bien vigilados. Tenemos bien vigilados a los asteroides más grandes (> 1km de diámetro), los capaces de producir una extinción total, pero cuando vamos a objetos más pequeños, de decenas o alguna centena de metros se nos escapan varios, cuantos más pequeños más. Si bien podemos sobrevivir como especie, basta ver los efectos que produjo recientemente el impacto un objeto de unos pocos (~18} metros de diámetro en Chéliabinsk en 2013, o el impacto de un objeto apenas mayor en Tunguska en 1908. Asteroides de algunas decenas de metros que impacten en zonas habitadas serían capaces de producir catástrofes locales de proporciones. Sin dudas debemos mejorar el patrullaje del cielo en busca de estos objetos para evitar la catástrofe o minimizar sus efectos con suficiente antelación. Se deben mejorar los programas de búsqueda tanto con telescopios instalados en la Tierra como telescopios puestos en el espacio que nos permitan mirar en las direcciones que son puntos ciegos desde nuestro planeta. También es necesario realizar experimentos y misiones espaciales que nos permitan probar diferentes mecanismos para desplazar al asteroide de su órbita de modo de evitar el impacto.

Muchos expertos afirman que un impacto es sólo cuestión de tiempo ¿Estamos preparados para hacer frente a un asteroide en trayectoria de colisión con la Tierra?, ¿Existen programas de defensa o prevención que puedan servirnos en este sentido?

No, no estamos preparados. Lentamente nos estamos empezando a preparar pero mucho más lentamente de lo que deberíamos. De todas las catástrofes naturales a las que estamos sometidos, ésta es la única para la cual podemos tomar medidas para evitarla. Los dinosaurios se extinguieron porque no tenían un programa espacial. Sería absurdo y una completa irresponsabilidad que nuestra generación permitiera por su omisión que nos ocurriera a nosotros.


¿Está la comunidad científica y todas las potencias mundiales unidas en el estudio y prevención de posibles impactos?


Hay diferentes esfuerzos, las agencias espaciales tienen algunos programas tanto para apoyar a los esfuerzos de diferentes grupos de astrofísicos que se dedican a detectar y seguir a estos objetos cuanto para estudiar métodos para evitar una colisión o mitigar sus efectos. Hay esfuerzos importantes de colaboración, pero queda mucho por hacer. Debemos aprovechar los fantásticos cielos de Canarias y sus observatorios, los mejores en Europa y de los mejores del mundo, para instalar allí instrumental específico de rastreo del cielo. Debemos invertir en gente, astrofísicos, ingenieros y técnicos que se dediquen a un programa de este tipo, de nada vale tener los instrumentos si no tenemos gente cualificada que los utilice. Debemos fomentar el estudio de los pequeños cuerpos del Sistema Solar para, entre otras cosas, conocer mejor las propiedades de estos pequeños misiles interplanetarios.

Quiero también destacar el fantástico esfuerzo que significa la misión AIDA. AIDA es una misión conjunta de ESA y NASA para estudiar cómo “mover” un asteroide con un impacto. NASA enviará una nave (DART) que impactará en el satélite del asteroide Dydymos y se monitorizará como este impacto afecta a la órbita del satélite (que es otro asteroide más pequeño en definitiva). ESA está considerando ahora mismo enviar otra nave, AIM (Asteroid Impacto monitoring mission) para que estudie a Dydimos y su satélite antes, durante y después del impacto. Espero que ESA decida finalmente lanzar AIM. Para eso es necesario el apoyo y la financiación de todos los países involucrados en la agencia. AIM es una misión clave tanto para estudiar este mecanismo de desvío de un asteroide, cuanto para estudiar en detalle la estructura de uno de estos objetos potencialmente peligrosos. Además AIM producirá una cantidad gigantesca de ciencia que nos permitirá comprender, por ejemplo, cómo se forman los asteroides binarios como Dydimos. Si ESA finalmente decidiera no seguir adelante con AIM Europa quedaría relegada por al menos dos o tres décadas de cualquier misión a estos fantásticos objetos del sistema solar. Esto resultaría paradójico considerando el éxito sin par de la misión Rosetta, la misión más importante y exitosa de nuestra agencia en toda su historia y una de las más increíbles hazañas del hombre, la de llegar a un cometa, orbitarlo y posarse sobre su superficie. Ojalá no cometamos tamaño desatino.

El Dr. Javier Licandro es Investigador Titular del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). Anteriormente fue investigador post-doctoral Severo Ochoa y Ramón y Cajal en el mismo instituto y astrónomo en el Telescopio Nazionale Galileo y en el Isaac Newton Group que operan en el Observatorio del Roque de los Muchachos (La Palma, España). Nacido en Montevideo (Uruguay) Licandro se licenció en Física en 1995 en la Univ. de la República, se deplazó a Canarias para hacer su tesis doctoral en el IAC con una beca de la AECI y en 2002 obtuvo el doctorado por la ULL. Ha publicado un centenar largo de artículos en revistas internacionales con árbitro. Su área de investigación ha sido el estudio de las propiedades físicas de los pequeños cuerpos del Sistema Solar. Ha publicado trabajos sobre objetos que van desde los pequeños asteroides cercanos a la Tierra (NEAs) a los grandes Planetas Enanos del cinturón transneptuniano y ha dictado diversas conferencias invitadas de revisión en congresos nacionales e internacionales. De entre los trabajos publicados se destacan: (1) el reciente descubrimiento de agua y materiales orgánicos complejos en la superficie de dos asteroides (Themis y Cybele) y (2) el descubrimiento de que el planeta enano Makemake tiene la misma composición superficial que Plutón. Licandro ha sido Investigador Principal de una decena de proyectos diferentes financiados por el Plan Nacional de Astronomía y Astrofísica y el Plan Nacional del Espacio. Es actualmente miembro del equipo científico de la misión para el estudio de un asteroide primitivo OSIRIS-Rex de la NASA. Ha sido docente del Máster de Astrofísica de la Universidad de la Laguna y ha dirigido varias tesis doctorales y de maestría en la citada universidad.

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