“Más que campesino, rondero o maestro rural, el perfil de, como lo dije en la segunda vuelta, es el de un sindicalista radical y mañoso, muy hábil manejando la comunicación para conquistar a través de símbolos a una audiencia necesitada de ellos”.

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“Pero nada más: es huidizo, malcriado, poco confiable y capaz de tirar una negociación por la borda a último momento. Prolongar la tensión es su juego, claramente no es un estadista”. Eso escribió hace varios meses el sociólogo Juan Infante. Es una de las descripciones más certeras que se ha dicho sobre la personalidad del presidente Castillo.

No le falta razón a Infante. La semana pasada, Castillo puso en escena dos shows mediáticos que lo pintan de cuerpo entero como un político proclive a la mañosería y la mentira.

Durante varios días el país estuvo en vilo esperando quién sería el reemplazante del , que anunció su renuncia públicamente. Pero, finalmente, Castillo lo ratificó en su cargo. Había que ser ingenuo para pensar que el mandatario iba a cambiar al lunático ministro, quien es su radical defensor. Era un montaje para distraer sobre las ¡cinco investigaciones por corrupción! que tiene en su contra.

Castillo aprovechó, además, para deshacerse de dos ministros que le eran incómodos y que varias veces lo habían contradicho en sus decisiones: Óscar Graham (Economía y Finanzas) y César Landa (Cancillería). Y sumó en su gabinete a una poderosa escudera: la vocinglera Betssy Chávez, a quien colocó en la cartera de Cultura. Castillo está más fortalecido. El sábado dijo que extendía “por última vez” la mano a las fuerzas políticas.

EL SEGUNDO SHOW MEDIÁTICO

El segundo show ocurrió el jueves cuando fue interrogado por la Fiscalía de la Nación por uno de los casos de corrupción. En la víspera, su abogado , a quienes algunos apodan ‘El abogado del diablo’, anunció que el presidente no iría a la citación, pues le correspondía ser interrogado en Palacio de Gobierno. Pero al día siguiente, Castillo salió de Palacio con Espinoza y se fue caminando a declarar. Todo estaba debidamente planeado.

Una hora después, Castillo salió y volvió a Palacio caminando. Allí dijo a los periodistas que le había aclarado todo a la fiscal de la Nación, Patricia Benavides. Pero luego se supo que se había negado a responder invocando su derecho al silencio.

“Castillo no sabe hablar, pero es un dirigente mañoso y provocador. Y se ha conseguido a un abogado a su medida”, me dice un profesor que lo conoce de antaño.

En efecto, su abogado Benji Espinoza –interpretando a su manera ‘El arte de la guerra’, del estratega chino Sun Tzu- dijo con todo desparpajo y provocación que estaban utilizando el engaño en las investigaciones fiscales.

Mientras más dure Castillo en el poder, seguirá copando instituciones claves. Cuando el Congreso reaccione, tal vez sea demasiado tarde. Nos vemos el otro martes.

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