POR: MIGUEL RAMÍREZ / Periodista de investigación

El viernes, un juzgado ordenó el impedimento de salida del país de cuatro ejecutivos de la empresa española Repsol. Es una muy buena señal. Nadie tiene corona. Dicha compañía debe ser sancionada severamente por el derrame de más de once mil barriles de petróleo que han originado un verdadero crimen ambiental.

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Fiel a su formación de sindicalista radical, el presidente Pedro Castillo y su corte de izquierdistas están aprovechando esa desgracia para atacar y amenazar a la empresa privada y esconder sus escándalos de corrupción.

“Están por ahí diciendo que a río revuelto ganancia de pescadores. Desde acá, Huari, digo que a petróleo revuelto ganancia de vacadores y no lo vamos a permitir. (…) Vamos a condenar y sancionar a la empresa que viene contaminando nuestro mar”, dijo el viernes. En efecto, ayer, el Gobierno paralizó las actividades de Repsol en el mar peruano.

En rigor, lo ocurrido en Ventanilla es tan grave como otros derrames de petróleo que ocurren constantemente en nuestra selva. Con la diferencia que, sobre ellos, pocos hablan o se difunden, pese a que los afectados son nativos de comunidades enteras, quienes quedan enfermos de por vida y olvidados por el Estado. La responsable, en la mayoría de los casos, es la empresa estatal Petroperú.

Uno de los más emblemáticos ocurrió en la quebrada de Cuninico, afluente del río Marañón. En junio del 2014, un derrame de 2358 galones de petróleo del oleoducto de esa compañía envenenó sus aguas. Cinco comunidades nativas, cuya principal actividad económica es la pesca, fueron afectadas mortalmente.

Tres años después, Joel Jabiles, un investigador de Amnistía Internacional, publicó un dramático informe titulado “Estado tóxico. Violaciones del derecho a la salud de los pueblos indígenas en Cuninico y Espinar, Perú”.

Jabiles dijo que, pese al tiempo transcurrido, el Estado peruano no había desarrollado ningún tratamiento integral de las poblaciones dañadas.

“En Cuninico desde el 2014, y en Espinar desde el 2010, se sabe que existe presencia de metales pesados en el agua que consume la población. También hay pruebas de la presencia de estos minerales tóxicos en el organismo de la gente que padece de enfermedades producto de esta exposición”, dijo el investigador.

Escribió que el 50.54 % de la población evaluada poseía valores de mercurio en su cuerpo y el 16.81 % tenía valores de cadmio, otro químico altamente tóxico.

También poseían altos valores de plomo, entre ellos un niño de 7 años.

“Los efectos, que pueden tardar años en aparecer en función del nivel de exposición, consisten en lesiones cutáneas, neuropatía periférica, síntomas gastrointestinales, diabetes, problemas renales, enfermedades cardiovasculares y cáncer”, dice sobre este mismo caso un informe de la Organización Mundial de la Salud.En la selva peruana, los derrames de petróleo son constantes todos los años. Y pocos dicen algo. Como bien comenta mi hermana Teresa, quien es bióloga y ha visto esas tragedias con sus propios ojos, “los presidentes solo hacen politiquería y luego se olvidan de todo”. Nos vemos el otro martes.

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