Por: Miguel Ramírez / Periodista de investigación

Te metiste a soldado, ahora tienes que aprender, aprender, a coser, a guardar, a tener, ahora tienes que aprender”, dice ‘El Corneta’, la famosa canción que interpretaba el gran Daniel Santos, allá por los años setenta.

La melodía se ha vuelto de moda otra vez y se escucha con estridencia gracias al doctor , cuya designación como miembro de la Junta Nacional de Justicia (JNJ) ha quedado suspendida y sujeta a una revisión.

Falconí logró su nombramiento aduciendo ser licenciado de las Fuerzas Armadas, lo que le dio una ventaja de 10% por encima de sus competidores. Pero un informe de la Autoridad Nacional del Servicio Civil (Servir) sostiene que dicho beneficio no le corresponde.

Dicha ventaja es para quienes hicieron Servicio Militar (SM) y no los que estudiaron en un colegio militar, como es el caso de Falconí.

Al margen de lo que digan las normas, hay una diferencia abismal entre un soldado del SM y el estudiante de un colegio castrense. El soldado va a brindar un servicio a partir de los 18 años cuando obtiene la mayoría de edad y, en casi todos los casos, ya terminó la secundaria.

El alumno de un colegio militar va a estudiar, ingresa a partir del tercero de secundaria hasta el quinto. En esos tres años estudia todas las materias del currículo escolar convencional (matemáticas, álgebra, química, etc) y egresa como si saliera de un colegio civil.

El soldado no entra a estudiar esas materias. Es entrenado física y mentalmente para defender al país ante un eventual conflicto armado, como es el caso de este columnista, quien hizo Servicio Militar Obligatorio en la División Aerotransportada, allá por 1979.

Para los millones de peruanos que hemos vivido en un cuartel es una experiencia inolvidable. Desde el primer minuto que ingresas, pasas por duras pruebas físicas a las que te someten los instructores y soldados antiguos. A veces ocurren hasta maltratos, eso es innegable.

En el servicio militar adquieres aplomo, personalidad, carácter y cimentas una disciplina de alto nivel, que luego la aplicas en tu vida diaria.

Volviendo a su caso, Falconí ha dicho que, de anularse su designación, acudirá a la vía judicial. “Haré valer mi derecho que me corresponde”, afirmó.

¿Puede una persona amenazar públicamente a los miembros de una comisión que lo está evaluando y aún no ha decidido su destino?, se preguntan muchos.

En el caso Falconí dos mujeres sacaron a relucir sus agallas y valentía para oponerse a esa cuestionada designación: la fiscal de la Nación, Zoraida Ávalos, y Marianella Ledesma, la flamante presidenta del Tribunal Constitucional.

Ávalos y Ledesma protestaron ante el silencio sintomático de los varones que evaluaron a Falconí, quienes, incluso, difundieron un comunicado a su favor sin consultarles a ellas.

Como bien dice mi viejita Amelia Puelles: “¡Tenían que ser mujeres!”. Nos vemos el otro martes.

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