La escena parece sacada de la película ‘Joker’, pero es la vida real. Un sujeto con el puño arriba, mientras se incendia la estación de Policía, mientras la multitud desenfrenada agita pancartas y lanza gritos de protestas.

La imagen se viralizó en las redes sociales con la rapidez que demora llevar el dedo pulgar a la opción ‘compartir’. En el filme es ‘Gotham’. En la vida real es la ciudad de Minneapolis (Estados Unidos).

De esa misma película podríamos robar la frase que el trastocado ‘Arthur Fleck’ (Joaquin Phoenix) escribe en su diario: “Espero que mi muerte tenga más sentido que mi vida”, para resumir las consecuencias que generó el asesinato del afroamericano .

Si ‘Joker’ retrata y denuncia a ese sistema que no brinda igualdad de oportunidades, las manifestaciones concluyen que las sociedades del mundo no están dispuestas a esperar un día más para que eso cambie.

Protestas por la muerte de Floyd parecen sacadas del película del Joker. (Fotos: WB)
Protestas por la muerte de Floyd parecen sacadas del película del Joker. (Fotos: WB)

Y hoy George Floyd es el rostro de esa mayoría –en Estados Unidos y el mundo- harta de ser discriminada, prejuzgada, oprimida, sometida y abusada por su color de piel.

Porque aquella tragedia -a pesar de haber ocurrido a miles de kilómetros de Perú- no es ajena a nuestra realidad. Hemos convertido la palabra ‘cholo’ y ‘negro’ en un insulto tan ofensivo como mentar la madre. Hemos aprendido a ocultar nuestros gustos al huayno, a la patasca, a la chicha de jora, por temor a ser rechazados.

Alguna vez el periodista Marco Avilés me dijo a bocajarro: “Estados Unidos pronto será capaz de enviar hombres a Marte, pero la gente se mata en este país por el color de la piel y un político propone echar a los inmigrantes. Parece de otro tiempo. En el Perú, se ha vuelto común que los policías sean tratados como ‘cholos de mierda’. Los casos están en YouTube”.

No existe combustible más potente que la indignación. Y no existe indignación más grande que la injusticia. Y la injusticia, en todas sus formas, se condena alzando la voz. Porque nadie voltea a ver al hombre que duerme, sino al que chilla, al que patalea, al que gasta el pulmón y espera que su madre, su patria, no le sea indiferente.

En Estados Unidos, mientras Trump amenaza con reprimir a los manifestantes con el Ejército, Obama alienta a continuar con las protestas pacíficas, porque “los jóvenes tienen el poder de cambiar las cosas”. Y así, desde actores, cantantes, escritores, presentadores, hasta equipos enteros de fútbol como el Liverpool, han mostrado su rechazo hacia cualquier acto de discriminación.

Bajo esa rodilla asesina del agente Derek Chauvin, no solo estaba George Floyd, también estaban mis hijos, mi padre, mi madre, usted, yo, y todos quienes alguna vez hemos sido abusados por el color de nuestra piel.

Hay un hermoso verso en el poema ‘La batalla de la supervivencia’, del vate peruano Leoncio Bueno: “Han pasado miles de años/ Años de explotación y de exterminio / Pese a todo / Aquí estamos / Tan numerosos como son las hojas”.

El racismo es un virus que sí tiene cura. Es la educación.





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