Siempre he querido ser periodista, quizá futbolista o profesor. Pero aquí en me siento como si fuera un actor o artista famoso. Antes de dejar Lima, me aconsejaron que tuviera cuidado con las rusas. ‘Son bravas, no aceptan besos en la mejilla ni que les coquetees’. Pero la realidad es otra. Quizá la adrenalina por el Mundial las ha transformado. Caminaba por la Plaza Roja y una rubia de un metro 80 me abrió los brazos: ‘¡Perrú, Perrú, Perrú...!’, me gritó como desesperada. Yo iba con mi bandera en la espalda y ese detalle me cambió la vida. No me dio tiempo a hablarle y me abrazó y llenó de besos. No entendía nada de lo que me decía en su idioma. Más calmada descifré que se llamaba Nasha, le encanta el Perú y está enamorada de nuestra gente. Las rusas no son apáticas. Muestran su cariño a los extranjeros. Según dicen, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, pidió recibir bien a los turistas, no mostrarse herméticos y brindar ayuda a los visitantes.

Caminé unos pasos más con dirección al puente Volga, escenario de románticas escenas de amor en taquilleras películas. Me puse a contemplar el horizonte cuando de pronto sentí una mano que me tocó el hombro. Una jovencita que parecía salida de un cuento de hadas, con rostro angelical, me hizo recordar la película ‘La chica de Petrovka’ donde la protagonista se enamora perdidamente de un periodista que llega a Rusia. ‘I would like to take a picture with you’ (Me gustaría tomarme una foto contigo), me dijo en su precario inglés. Nunca fui tan asediado. Nunca antes agradecí tanto ser cholo peruano. Pronto les daré más novedades.

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