'El Búho' de Trome escribió una crítica sobre la película peruana 'Caiga quien caiga'.
Caiga quien caiga

Este después de tanto ruido, fue a ver la película peruana ‘Caiga quien caiga’, del director nacional Eduardo Guillot y, francamente, esperaba más de la cinta. Los estertores del gobierno rereeleccionista de Alberto Fujimori, a finales de los noventa, y su ‘siamés’, el todopoderoso asesor en la sombra, Vladimiro Montesinos, daban para hacer un excelente thriller que podía combinar intriga, política siniestra, violencia, narcotráfico, corrupción, traición, deseo carnal, medios y comunicadores manipuladores.

El director tenía los insumos suficientes con Montesinos, Fujimori, la ‘gatita’ Jacqueline Beltrán, el narco Vaticano, ‘Los Cuatro Suyos’, el ‘Cholo’ Toledo, el periodismo de investigación, Barrios Altos, Laura Bozzo y la huida cual ratas hacia Panamá y las Galápagos, en el yate ‘Karisma’. Pese a ello, optaron por basar la película en el libro del abogado José Ugaz quien, efectivamente, tuvo un papel importante en los duros momentos cuando el ‘Chino’, al salir a la luz el ‘vladivideo’ donde Vladimiro compra al congresista Alberto Kouri, intenta deshacerse de su ‘siamés’ y nombra al jurista como procurador anticorrupción ad hoc, con la finalidad de investigar al poderoso Montesinos para encarcelarlo por sus cuantiosos delitos. Allí es donde la película pierde perspectiva.

Todo lo anteriormente mencionado pasa a segundo plano y el filme ya no prioriza a Montesinos como el factótum del mal, sino a Ugaz (Eduardo Camino). Los insumos indispensables para cocinar una producción redonda fueron cambiados por sobres Maggie de romances inútiles entre Ugaz y la periodista, dejando de lado lo que en realidad fue el volcánico vínculo sentimental del ‘Doc’ y su ‘gatita’ en una alucinante relación a tres bandas por parte de Vladi con la ‘Pollito’, la celosa testaferra Matilde Pinchi Pinchi. Hasta la presencia de Laura Bozzo pasa desapercibida y la doctora hizo escándalo por gusto, pues la bruja de la televisión apenas apareció en pantalla un minuto. Lo mejor del filme es, definitivamente, la actuación de Miguel Iza, que logra meterse en la piel del ‘Doc’, con ese dejo arequipeño y mirada sombría y turbia. Pero las grandes actuaciones requieren de guiones verosímiles, creíbles.

Y en ‘Caiga quien caiga’, las líneas parecen escritas para una actuación escolar sobre la Independencia. En esos momentos dramáticos, los protagonistas no abusaban de un lenguaje patriotero como muletillas. Se carajeaba, se diseñaban estrategias a mentadas de madre entre tanto nerviosismo por el asomo sistemático de los esbirros del Servicio de Inteligencia.

La actuación del ministro Alberto Bustamante también es resaltada en la película; fue este antiguo profesor de Ugaz en la universidad quien se la jugó para que sea el bigotón quien tome las riendas de la delicada acusación al ‘Doc’. Siempre acertada por ello la actuación de Javier Valdez. Las licencias, como el asesinato de un delator en un cementerio y el ‘secuestro’ de la hija de Ugaz, tampoco fueron parte de la historia real.

A veces la realidad es más eficaz y sorprendente que la ficción y eso se aplica para esos desesperados años. Hubiésemos querido ver a un Montesinos verdaderamente desesperado en su laberinto venezolano, donde fue capturado, o en alta mar. No alcanzó la gran caracterización de Miguel Iza. ‘El salvador de la patria’, el que hizo millonarios a los ‘generales victoriosos’, el que ‘nos salvó’ del terrorismo, fue víctima de ‘un caimán del mismo foso que él: Hugo Chávez. Paradojas de la vida. Apago el televisor.

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