FOCOS ROJOS EN LAS COSTAS

Los actores de Hollywood, Woody Allen, Dustin Hoffman, Jack Nicholson. El cantante salsero Marc Anthony o el futbolista Juan ‘Chiquito’ Flores. Personajes sin pinta de galanes, pero siempre rodeados de mujeres. Con floro o billetera se las han ingeniado para cautivar a las chicas. El argentino llegó a en el 2003 y fue uno de ellos. Carismático, sonriente, comprensivo y -a veces paternalista- supo transmitir su mensaje al plantel. 

Todos lo recuerdan con su rosario en la mano y rezando en la banca de suplentes antes de cada partido de Alianza Lima. Pero como todo ser humano, tenía una debilidad. Un club nocturno, en San Isidro, era su lugar favorito para relajarse después de tanta tensión. Solapado, silencioso, reservado para hablar de su vida privada. Nadie en Matute imaginaba que ese caballerito comprometido con su trabajo tenía su otro lado, el de un lobo voraz. Hasta que el secreto llegó a oídos de uno de los referentes del equipo. Previo a un partido importante, decidió motivar a sus muchachos. 

“Chicos dejémonos de tensiones, vayamos a cenar, yo invito”, dijo el entrenador a tres ‘pesos pesados’. En el auto, todos conversaban como amigos. Bromas, burlas, anécdotas. Cuando iban por la Vía Expresa, un volante chatito, con voz ronquita y de niño, no se contuvo y le habló a su compañero de asiento: ‘Vamos a joder al ‘profe’. Tú sígueme la corriente’. De un momento a otro empezó a gritar: ‘¡Emmanuel, Emmanuel!’. Los demás hicieron eco y el técnico los miró desconcertado. Frunció el ceño y preguntó: ‘¿Y qué es eso?... ¿De qué hablan muchachos?’. El que inició la ‘chacota’ fue directo: ‘Profe, no se haga el loco... Ya sabemos que siempre viene por acá... Esta es su ruta. En vez de ir a comer, llévenos a ‘relajarnos’ para llegar bien al partido’. Gustavo Costas murió negado decidido a no perder su imagen de caballero: ‘Y la verdad que me sorprenden... Ese nombre no me suena... Si insisten tanto, vamos, pero que alguien me indique qué camino tomar...’. 

Uno de los caudillos sonrió. ‘Siga por acá... avance... doble a la derecha... cuádrese allí’. Cuando bajaron del auto, un vigilante se les acercó rápidamente: ‘Buenas noches profesor, otra vez por aquí’. Ni siquiera había saludado a los futbolistas para darle la bienvenida al argentino. Los demás sonrieron, el DT de Alianza Lima se puso colorado. ‘Ese chico me ha confundido con otra persona’, trató de persuadir Costas a sus acompañantes. Apenas ingresaron al local, el estratega llamó a un miembro de los que atendía: ‘Aquí nadie me conoce, por favor avise a todo su personal’. Los mozos acataron la orden, pero se olvidaron de avisarle a las chicas. 

Ya acomodados para disfrutar la noche, el grupo pidió unos tragos. Gustavo Costas prefería mirar para otro lado y perderse el show. Unos minutos después se acabó su actuación. ‘Gustavo, mi amor... Qué lindo verte otra vez... Ya eres de la casa’, le dijo una anfitriona sonriendo y abrazándolo. El whisky que tenía en la mano casi se le cae. Los jugadores se mataron de la risa. El capitán de Alianza Lima pidió calma y comprensión. No hubo más que hablar. Todos la pasaron bien y de regreso a la concentración el técnico hizo un pedido: ‘Muchachos, lo que pasó en el local, queda allí y no sale más’. 

Al día siguiente, Alianza Lima ganó bien y más de un gol fue celebrado con el DT. Ese plantel alcanzó el bicampeonato (2003-2004) y los blanquiazules sintieron mucho cuando Costas terminó su vínculo con el club. El argentino siguió alcanzando títulos en Paraguay (Cerro Porteño), Ecuador (Barcelona) y Colombia (Santa Fe), y sus acompañantes de esa noche no perdieron la costumbre de visitar las calles de San Isidro.

LA ‘PROVOCACIÓN’ DEL ‘MATADOR’

‘No es amor, lo que tú sientes se llama obsesión. Una ilusión en tu pensamiento, que te hace hacer cosas. Así funciona el corazón...’. Mucho antes que el grupo ‘Aventura’ nos deleitara con su buena bachata, una voleibolista perdió la razón por un futbolista. En los 90, era una jovencita veinteañera de linda silueta, piernas contorneadas, sonrisa cautivadora, labios carnosos y piel morochita. Todo ello le valió el apelativo de ‘Provocación’. 

Alfonso ‘Puchungo’ Yáñez fue su primer enamorado oficial. Luego aparecieron Ronald Baroni, Miguel Rebosio, con el que vivió en España, y, finalmente, Wilmar Valencia. Pero la ‘Matadora’ perdió la razón por el ‘Matador’. A mediados de 1993, el futbolista era figura en la ‘U’ y Jessica Tejada sucumbió a sus encantos. Hubo química desde el principio. El delantero dejó a su esposa y familia para vivir con ella. ‘Provocación’ se enamoró tanto que dejó el vóley para dedicarse cien por ciento a su pareja. El romance era la comidilla de la prensa de espectáculos. Con sus altas y bajas. Baroni, con su vincha en la frente, tenía más jale con las chicas que Christian Domínguez y Mario Hart juntos.

Luego de un tiempo, Ronald fichó por el Porto de Portugal. Una cifra millonaria lo hizo empezar una nueva vida, sin Jessica Tejada a su lado. La voleibolista perdió la razón. La lejanía no logró que lo olvidara. En cambio, al ‘Matador’ se le acabó el gustito. Cada vez que era convocado a la selección y llegaba a la Videna, daba orden que no dejen entrar a Jessica. Ella pensó que en el fondo Baroni sentía algo por ella. Decidió buscarlo en Portugal. Solo le faltaba dinero para los pasajes y bolsa de viaje. Tocó varias puertas y decidió volver al vóley. 

En el club Regatas le dijeron que no había presupuesto para pagarle. Jessica Tejada estaba dispuesta a todo: ‘No me paguen nada al comienzo, entrenaré y jugaré cuando lo decidan. Si rindo solo quiero un pasaje ida y vuelta a Portugal y lo que me puedan dar de dinero’, le dijo a los directivos. Era la primera en entrenar, se ganó un puesto y fue la mejor del torneo. Los dirigentes cumplieron. Ella voló a Europa. Ante aquella muestra de amor, el ‘Matador’ retomó la relación. Pero las segundas partes no son siempre buenas. La historia no tuvo un final feliz. Hoy, el panorama de Jessica es gris. Envuelta en y en prisión preventiva. Muchos dicen que se dejó impresionar por el dinero de su actual pareja. Otros aseguran que cuando ella se enamora pierde toda la razón. Lo que sí no hay duda es que el amor es una bendición y la obsesión te puede llevar a la perdición.

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