la sigue rompiendo con sus historias en el fútbol peruano, ¡cada día tiene más seguidores! Ahora, en su columna semanal , la séptima de muchas más, se manda con una revelación que generará amores, deseos y polémica. La conocida habilidad de en el baile se originó en Corongo, pero lo mejor es saber que Alianza Lima se pudo quedar sin su estrella. La 'Foquita' casi firma por Universitario. Aquí, los detalles narrados por el propio Cuto Guadalupe:

Yo ya era un jugador que se había identificado con Universitario. Mi popularidad sudaba garra, era color crema. Ya tenía mi nombre, y un día mi hermana Charo me comentó que a su hijo lo querían varios clubes. Su hijo, mi sobrino, se llamaba, y se llama Jefferson Agustín Farfán Guadalupe.

 Él jugaba en Deportivo Municipal y ya los dirigentes que seguían las divisiones menores le habían puesto la puntería, seguían sus pasos.

Jefferson deslumbraba, sus jugadas sacaban brillo a los chimpunes gastados y hacían relucir la camiseta holgada del club edil. Era la joyita que todos los clubes más poderosos querían tener en sus filas. Estaba bien solicitado.

Un día, un dirigente de me preguntó si conocía a un tal Jefferson Farfán. Cuando le respondí que era mi sobrino vi su rostro de sorprendido y medio extrañado. No me creía, ¿por qué habrá sido?

Recuerdo que me dijo, con una cara de incrédulo, como si le hubiese dicho que tenía a un extraterrestre en mi casa: "¿estás seguro?".  Aún sin acreditar lo que le decía, me dijo "es tu sobrino de cariño, seguro".

Procedí a darle más detalles a este dirigente: que es mi sobrino de sangre, que es mi sangre, que es hijo de mi hermana. De inmediato le cambió la cara y no demoró en decirme, casi como en clave de una misión secreta en la que yo debía participar: "Lo queremos, lo tenemos que traer sí o sí, tiene pasta de crack, de ídolo, tiene que ser crema". Y me puse manos a la obra.

De inmediato hice las gestiones y -a las pocas horas- mi hermana Charo y mi sobrino Jefferson Farfán estaban en el estadio Lolo Fernández, el primer estadio de la 'U', el de Breña, donde entrenábamos y quedaban las oficinas administrativas.

Charo se estaba reuniendo con los dirigentes. La propuesta era una -clara, directa- ya se la deben imaginar: que Jefferson Farfán juegue en Universitario.

A mi hermana Charo le hicieron una muy buena propuesta, acorde con esos tiempos. Yo hablé con Jefferson, le expliqué lo que era Universitario, pero sobre todo conversé con mi hermana, para que acepte la propuesta.

Jefferson era menor de edad, su madre era la que tenía la última palabra. Les dijé que tendrían la ventaja de tenerme en el primer equipo y ser jugador referente, nacido en la casa.

Claro que Alianza Lima también le había hecho una propuesta. Fueron a una y otra reunión con ellos. En sabían que se habían reunido con la gente de Universitario. Los 'compadres' sabían que mi sobrino iba a marcar época cuando creciera.

Bueno, hasta que llegó la decisión final. Y la verdad que mi sobrino prefirió Alianza Lima por un motivo simple, esencial y que le nace de las entrañas: porque es hincha de ese equipo. Y mi hermana respetó su decisión, como lo hice yo.  Finalmente, mi sobrino brilló con luz propia. El resto de la historia ya todos la conocen. Pero esto no ha acabado, luego de la foto de Jefferson y viene otra historia de mi sobrino.


MI SOBRINO, EL BAILARÍN

A mi sobrino Jefferson Farfán lo admiro. Recuerdo que en , cada vez que iba mi hermana Charo a visitarnos o para celebrar el cumpleaños de unos de nosotros, los tíos hacíamos bailar a todos los sobrinos contemporáneos.

‘Jeffry’, César y Milagros Távara, Carlitos... eran el alma de las reuniones con sus bailes. Es una costumbre que hasta ahora persiste en la familia y ojalá que nunca muera en ninguna familia que lo practique. Él, Jefferson, bailaba muy bien, desde muy pequeño. Ahora, también tiene a quién salir, a su mamá.

 Es que mi hermana Charo era una gran bailarina de música negra, lo hacía bailando por un gran grupo de música negra, como Perú Negro.

Esos días son  inolvidables, jamás los olvidaré. Pero en algún momento acabaron.  Cuando Jefferson Farfán fue creciendo, como suele pasar con todo niño, ¡ya no se dejaba y no quería bailar! Jamás se le echó en cara, considero que es algo normal. Conforme los niños crecen, ya no hacen todo lo que le piden los adultos.

Pero jamás olvidaremos a esos niños bailarines, Jefferson entre ellos. Mientras bailaban todos en la familia disfrutaban de sus pasos y de su buen ritmo. Le hacíamos bailar música negra y salsa básicamente.

Estas son dos de varias anécdotas con 'Jefry', las que prevalecen y están encima de otros hechos. Los dirigentes de Universitario no se equivocaron, es un crack".

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