El está que quema, pero han sido los árbitros quienes han iniciado parte del incendio. Porque, más allá del bajísimo nivel de juego y rendimiento (entre el primer lugar y el octavo hay solo seis puntos de diferencia) los jueces han decidido partidos, malogrado resultados y perjudicado equipos. Unas joyas.

No se puede poner en duda la honorabilidad del hombre vestido de negro (o amarillo o cual sea el color) pero sí su capacidad, muy venida a menos en los últimos años. Parece tan fácil llevarse el silbato a la boca y soplar que algunos tienen en logo FIFA como simple adorno o señal que eleva el ego, pero estrella a la realidad.

Para que nuestro viaje en el tiempo no retroceda tanto, vayamos a la fecha 10 del torneo. En Matute, Víctor Hugo Carrillo cobró dos penales a favor de que solo él vio. En el primero estuvo lejos de la jugada (a Pajoy nadie lo tocó) y en el segundo sancionó una discutida falta que libró a Alianza de una derrota. Fue uno de esos penales que cobra la hinchada y la camiseta grande. 

Partido pendiente entre Alianza Lima y Sporting Cristal. La mala actuación de Carrillo pareció condicionar a Henry Gambetta que sancionó más de una dudosa falta en contra de Alianza, además de expulsar - con excesiva rigurosidad - al entrenador celeste, Pablo Zegarra. Ahora vayamos a la fecha 11. 

En el duelo , el juez Roberto Mauro midió dos jugadas iguales con distinta vara: A Kevin Quevedo (Alianza Lima) no le mostró amarilla por una dura falta, pero sí lo hizo con el local Diego Otoya quien por ello se fue expulsado (doble amarilla). En tanto, en el Monumental, el árbitro Diego Haro benefició a la 'U' con dos penales demasiado dudosos que a la postre. Los arequipeños no quedaron nada contentos y con razón.

La perla de la jornada estuvo en el Callao. El atacante de Cantolao, Jefferson Collazos se escapaba para el gol, el defensa de Cristal Jorge Cazulo lo agarró y el árbitro Jesús Cartagena expulsó al celeste. Correcto hasta allí, pero luego habló con el asistente Coty Carrera (que estaba en occidente y mal posicionado) y se retractó cambiando la roja por la amarilla. "No era último hombre", "no fue agresión", se oyeron voces. Voces que salieron beneficiadas claro. 

Se entiende que ser árbitro no es trabajo fácil, pero mejorar tampoco es tan difícil. El silbato deben llevarlo quienes lo merezcan y quienes se lo ganen. 

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