POR: MIGUEL RAMÍREZ / PERIODISTA DE INVESTIGACIÓN

El terremoto político ocasionado por el proyecto del Gasoducto del Sur ha descubierto serias falencias entre los entes relacionados con esa millonaria obra que tenía la empresa corrupta : el Gobierno, el Equipo Especial del Caso Lava Jato (encabezado por el fiscal superior Rafael Vela) y el procurador Jorge Ramírez, quien terminó destituido la semana pasada.

Hay quienes sostienen que la responsabilidad recae especialmente en el fiscal y el procurador, quienes tenían el trato directo con la compañía brasileña. Los fiscales merecen el apoyo ciudadano, pero cuando rebasan y manipulan el poder que poseen, hay que decirlo, como parece haber ocurrido en este caso que provocó la caída de varios ministros.

“El procurador Ramírez se pasó al lado de los fiscales y dejó su función de defensor del Estado. Se dejó influenciar. Hizo gestiones por su cuenta a favor de Odebrecht, para que esa compañía no nos demandara ante el Ciadi y el acuerdo de colaboración no se cayera. Esa no era su función”, dijo a este columnista una fuente palaciega.

En efecto, el 9 de enero pasado, Ramírez llevó a representantes de Odebrecht a reunirse con el ministro de Energía, Juan Carlos Liu. Él mismo había gestionado esa conversación para que Liu les asegurara que el proyecto del Gasoducto continuaría y recuperarían lo invertido en la obra.

“Por favor, ministro, explíquele a ellos (Odebrecht) que el Estado está interesado en proseguir con el desarrollo del proyecto (Gasoducto)”, le imploró el procurador al ministro, según contó el mismo Liu al diario Gestión.

¿Por qué la desesperación? En diciembre pasado, el fiscal Vela y Ramírez se enteraron de que Odebrecht y su socia Graña y Montero demandarían al Estado por US$1,200 millones, por haber paralizado la obra y cancelado el contrato el 2017.

Según la fuente oficiosa, Vela decidió que él se encargaría de convencer a Graña para que se desistiera de la demanda (lo que logró hacer) y le pidió a Ramírez que lo hiciera con Odebrecht. Le dio la chamba más difícil.

Ramírez habló con su jefa, la siempre despistada ministra de Justicia, Ana Teresa Revilla. Le dijo que lo contactara con el ministro de Energía, Liu, para explicarle lo que pretendía Odebrecht. Pero nunca le contó que iría acompañado con los ejecutivos de la cuestionada empresa.

“Yo me he enterado de la reunión de Odebrecht mucho después. Yo no he hecho ninguna conexión con la empresa”, dijo el viernes a El Comercio la también destituida ministra.

En la reunión con el ministro Liu, Ramírez y los de Odebrecht le pidieron a Liu firmar un documento en el que se comprometía a ampliar el plazo para seguir negociando, antes de que recurrieran a la demanda internacional.

“Esa no era la función de Ramírez y Liu hizo bien en no firmar nada. El ministro le dijo que hablara con la ministra de Economía, a quien sí le compete este tema”, dijo la fuente.

De acuerdo a esta misma fuente, ni el presidente Martín Vizcarra ni el primer ministro Vicente Zeballos sabían de esa reunión. Se enteraron después que ocurrió. Su error fue guardar silencio.

Por eso, cuando estalló el escándalo y se conoció ese cónclave, Vizcarra decidió la salida de Ramírez, Liu y Revilla.

¿Entonces por qué el presidente no cuenta la verdad de lo que sucedió?, preguntamos a la fuente. “Como muchos, tiene temor de enfrentarse al Equipo Especial de los fiscales”, respondió.

Lo ocurrido demuestra que Odebrecht y el principal funcionario que tuvo en Lima, Jorge Barata, traicionaron a los fiscales y al procurador. Y estos pecaron de ingenuos al concederle varios beneficios a cambio de información.

Uno de ellos fue la devolución de los S/. 438 millones por la venta de la hidroeléctrica de Chaglla, que Odebrecht reclamaba con desesperación. Vela y Ramírez fueron los principales impulsores para ese pago.

Muchos se peguntan, con mucha razón, ¿por qué ambas autoridades, antes de devolver ese dinero, no condicionaron a Odebrecht a retirar su reclamo internacional de US$1,200 millones que está interpuesto desde el año 2017?

Toda parece indicar que el habilidoso Barata nos hizo ‘cholitos’. Uno de sus excolaboradores le dijo a la revista Caretas: “Él (Barata) es muy hábil. Lo suficiente para hacer creer a alguien que están jugando con él, cuando en realidad él es el que juega con la persona”. Nos vemos el otro martes.

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