Doña Grimanesa Vargas: "El secreto es ponerle corazón".
Doña Grimanesa Vargas: "El secreto es ponerle corazón".

Doña Grimanesa Vargas, a quien cariñosamente le dicen ‘tía Grimanesa’, es ayacuchana, quedó huérfana de madre y a los 7 años la llevaron a Ica para que trabaje. Cuando cumplió la mayoría de edad, la trajeron a la capital y se desempeñó como empleada del hogar. Cuenta que su gran sueño siempre fue tener su propio restaurante, porque se dio cuenta de que tenía muy buena mano para la cocina. Gastón Acurio le aseguró que sus anticuchos eran los más ricos que había probado y gracias a ellos pudo educar a sus cinco hijos. Ella responde las preguntas de .

¿Cómo es que le salen tan ricos los anticuchos? Cuéntenos un poco de su secreto.

Aquí no hay secretos, solamente ponerle buen corazón. Yo misma muelo la pimienta, el comino, el ají, los ajos.

Su experiencia es única, creo que no llegó a terminar la secundaria...

No llegué a terminar la primaria ni la secundaria. Las cosas para mí fueron difíciles.

Usted es de Ayacucho…

Salí de mi tierra cuando tenía 7 años y nos fuimos a Ica, donde trabajé hasta los 18. Luego, me vine a Lima, donde mi mamá me dejó en una casa de Miraflores. Ahí me daban de todo, pero no me pagaban. Yo necesitaba ahorrar porque quería poner un restaurante.

¿Cómo aprende a preparar anticuchos?

Trabajé como cocinera en varias casas y por equivocación descubrí la preparación de mis anticuchos. Un día, mi jefa me mandó a cocinar lomo fino, pero como no sabía cómo se hacía, lo corté en trozos, los aderecé y los metí en el horno. Lo serví con puré de camote y arroz. Cuando llegó la señora tuve miedo, no quería perder mi trabajo. Sin embargo, ella lo probó y me pidió que lo sirviera otros días.

¿Y quién la motivó a que ponga el negocio?

Trabajé en distintas cosas, vendía chanfainita, daba pensión en las obras de construcción... Yo vivía en un callejón de Miraflores y un día mi compadre me sugirió que venda algo de comida. Entonces ofrecí choncholí, ya que no me alcanzaba para comprar corazón. Después, la gente del mercado me empezó a fiar.

¿Quién llevó a Gastón a su puesto?

En ese entonces ya vendía anticuchos. Mis clientes me decían que ojalá venga Gastón a probar mis anticuchos, que eran los mejores del Perú. Una noche, mi hijo me dijo que vendría Acurio, así que saqué mi carretilla. Él estaba en un taxi viejito, durmiendo. Cuando comencé a freír, bajó y me pidió una porción. Lo probó y me dijo: “¡Te pasaste! ¡Está muy rico!”. De ahí vinieron las cámaras a grabar. Al día siguiente, cuando salí a vender, había mucha gente en la esquina. Pensé que había ocurrido un accidente, pero me estaban esperando para aplaudirme y felicitarme. Ese día se vendió todo en una hora.

¿Con cuánto capital comenzó?

Con cinco soles, cuando las cosas eran baratas.

¿De dónde trae el corazón?

Es americano, tengo mi propio proveedor, al igual que las papas, el ají y el choclo. Traemos solo lo mejor.

¿Qué tal su experiencia en Mistura?

Fue todo un éxito, todo lo que llevé se terminó en unas horas. Además, gané el ‘Ají de Plata’ por preparar uno de los mejores platos de anticuchos del país.

¿Qué consejos le daría a los jóvenes que quieren iniciar un negocio?

Hay personas que no tienen nada, que empiezan en carretillas o con canastillas. Para progresar, hay que probar de todo, ahorrar para ir creciendo. Si ves que no te va bien, busca otros negocios y siempre hay que saber qué le gusta al cliente.

¿Qué sentía usted cuando veía esas largas colas de clientes que querían probar su sazón?

Le daba las gracias a Dios y a Gastón por darme una oportunidad de hacerme conocida. Soy madre soltera de cinco hijos, me costó sacarlos adelante. Yo me daba fuerzas para continuar, me decía: ‘Lo tengo que lograr’. Es mi orgullo ver que conseguí darles educación.

¿Cuál es su sueño?

Ya tengo cierta edad, cuando no esté por acá, espero que mis hijos sigan mis pasos, que no mueran los anticuchos de Grimanesa.

¿Qué es lo más difícil para tener éxito en un negocio como este?

Cuando estaba en la calle, lo más difícil era pasar horas bajo el frío y la lluvia, mantenerse todo el tiempo supervisando el negocio. Yo vengo a las 9 de la mañana y me quedo hasta las 11 de la noche.

¿Cómo fue el proceso de pasar de la carretilla a un local?

Me ha costado mucho. Aún extraño la calle, tengo nostalgia cuando paso por ahí, pero como había tanta clientela, los carros se estacionaban por todos lados y eso incomodaba a mis vecinos. Era necesario un local. En el que estoy ahora era un almacén, al que adapté para que sea un barra.

¿Cuántas porciones vende al día?

Unas 150.

Denos tres consejos que deban seguir los chicos para iniciar un negocio.

Los jóvenes que tienen la oportunidad de estudiar tienen que aprender todo lo que puedan, eso les servirá para abrir un negocio, alquilar un local y ahorrar para invertir.

NOTICIAS SUGERIDAS

Contenido GEC