Xoana González nos sorprende con una nueva columna en Xoana Love.
Xoana González

¿Por qué los hermanos somos tan diferentes? Nosotros somos 2 hermanos y ya antes en las primeras columnas he abierto mi corazón contándoles nuestra relación nula y ampliando los detalles de lo que me generaba esta situación. Pero vuelvo al punto: nosotros somos opuestos.

Buscando y charlando con amigas (nuestras charlas pasaron de hablar de hombres a hablar de hijos, familia y dramas de la vida) me informaron la teoría que tiene la psicología sobre este tema. Y es una interesante explicación: Mi hermano fue el primero, el mayor de ambos, el primer hijo del matrimonio, el esperado, el que tiene los sueños e ilusiones de los progenitores, lleva una mochila un poco más pesada, miedos e inseguridades y sobreprotección de los padres, es el fruto de seres novatos y primerizos en esto de ser padres, luego con los siguientes hijos ya se vive todo con más relajo.

El primero no tiene que compartir la atención con nadie más, se siente el sucesor, tiene un gran vínculo con los padres, suele desarrollar una personalidad más seria y responsable, son líderes, amantes del orden y de lo establecido, son prolongaciones de los padres, el depositario de las grandes esperanzas, creado cuando los padres están más enamorados y apasionados. Tiene la presión de ser el hijo perfecto, el hijo soñado, lleno de expectativas. A lo largo de su vida busca la responsabilidad y el reconocimiento en sus trabajadores, siguen las normas establecidas, encaja en el mundo que le toca vivir. Pragmático y realista, formal y serio, acepta su rol. Autoritario y competitivo, con objetivos claros y marcados, busca constantemente la aprobación de los padres y de su exterior a modo de objetivo vital.

Nosotros fuimos dos. Tan solo él y yo. Me tocó ser la hija menor y curiosamente la psicología dice que el hijo menor suele ser todo lo contrario de los hermanos mayores. Son los imaginativos, los creativos de la casa, van a la dirección contraria de todo lo establecido básicamente haciéndose su lugar, mostrando su identidad en el hogar, una manera propia de ver la vida. Además, no recibimos la presión agobiante de la crianza y con esta libertad podemos conectarnos más, encontramos nuestro espacio al no tener los ojos encima constantemente.

Por un lado sufrimos la falta de atención y eso hace que emocionalmente estemos inestables y, si bien sentimos menos presión, nos sentimos menos queridos. Ahí es donde buscamos en relaciones externas los vínculos emocionales más fuertes. La libertad nos hace juguetear en mundos atractivos y peligrosos, naturalmente aventureros y amantes de desafiar las normas e ir contra corriente. Investigadores natos, espontáneos y excéntricos.

Cuando papá ya no estaba en casa, recuerdo a mamá decirle a mi hermano que era el hombre de la casa. ¡Cuánto peso se le puso en los hombros! Debía ser el que cuida de mamá, el que educa a la hermana rebelde y el ejemplo como hermano. Esos mandatos le deben resonar en sus hombros eternamente en su inconsciente. Somos 95 % inconsciente y 5% conscientes. Solo 5% libres y dueños de nuestros actos. El resto seguimos nuestras estructuras internas.

Investigué tanto de esto, quizá para encontrar una forma de entender cómo es que somos tan distintos y en algún punto de mi vida aceptar por qué no me acepta y en consecuencia no tenemos diálogo. Entender esto me deja aliviada, me siento mejor que una ciencia ponga en palabras una explicación bastante coherente. La quería compartir en mi columna, ojala llegue a alguien que esté pasando por lo mismo y pueda aliviarla también. Ese es mi propósito cuando hago estas columnas reflexivas.

Les mando un abrazo lleno de luz y nos vemos la próxima semana.

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