El , luego de dos años, ha generado un incremento en los casos de violencia escolar a nivel nacional. Según el Sistema Especializado en la Atención de Casos de Violencia Escolar (SíseVe) del , durante los primeros cuatro meses del año se reportaron 874 casos de violencia contra estudiantes de colegios públicos y privados. Esta cifra ha superado, considerablemente, los casos reportados en todo el 2021 (769) y 2020 (756).

En ese sentido, es necesario reflexionar en torno al tema y reconocer las señales de alerta, los factores predisponentes y cómo afrontar las dificultades como consecuencia de los altos niveles de agresividad.

Para la vicedecana del Programa de Psicología de la Universidad de Piura, Laura Vargas, es pertinente identificar y diferenciar las conductas agresivas evidentes de las no evidentes. En el primer grupo se hace referencia a las conductas visibles que tiene el niño o niña como patadas, golpes, insultos, burlas, gestos ofensivos, entre otros; mientras que, en las conductas no evidentes, la agresividad se expresa a través de la manipulación, la mentira o la agresión en medios virtuales.

Poner atención

Por su parte, Betty Woolcott, asistente docente del Programa de Psicología de la Universidad de Piura, indica que, además es necesario que los padres presten atención a algunos indicadores que podrían intensificarse en el futuro, perpetuando el comportamiento agresivo y otras posibles (alcoholismo, delincuencia, consumo de drogas, etc.)

“Si el niño o niña pierde el control constantemente, no manifiesta empatía, no obedece las reglas con regularidad, manipula a otras personas, realiza rabietas, promueve el conflicto y no expresa remordimiento; y tiene hobbies o intereses muy vinculados a la violencia y la crueldad, es importante evaluar la atención profesional como método de prevención”, indica Woolcott.

¿Qué hacer si identificamos estas conductas?

Según las especialistas, un niño que tiene debe recibir apoyo de los adultos más próximos a él, es decir, sus padres, para establecer vínculos de confianza y espacios de comunicación profunda y directa.

“Adicionalmente, puede requerirse apoyo psicológico, principalmente, cuando el niño experimenta dificultades para manejar la situación. Ante la duda es mejor buscar un profesional”, indica la vicedecana de Psicología de la UDEP, Laura Vargas.

La especialista sugiere que, es importante trabajar en el fortalecimiento de la autoestima y  en la regulación de la ira e impulsividad. Sobre todo, resulta necesario fomentar la búsqueda de la reparación del daño causado por parte del niño, para que actúe desde la empatía y desarrolle una conciencia de responsabilidad; así como ayudarlo a buscar soluciones alternas a la violencia.

También, resultará oportuno evaluar los factores que predisponen a este comportamiento, los cuales pueden ser el entorno familiar, el ambiente de la comunidad, factores genéticos o biológicos (como la malnutrición), y agentes psicológicos como el estrés a raíz de situaciones de maltrato.

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