:quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/DW7NAY4S3FGS3BL5WKQLZMI52Q.jpg)
El papel estaba en blanco. Savannah debía escribir un cuento para su clase de Lengua, pero el lápiz no se dejaba agarrar. Este bailaba sobre la mesa junto a los colores. Savannah al fin pudo dominarlo y sobre el papel escribió ‘Érase una vez’, pero las letras desaparecían al instante. Probó entonces con ‘Había una vez’ y el resultado fue el mismo. Luego puso: ‘En un lugar muy lejano’, ‘En el antiguo reino’… pero nada funcionaba.
Decidió empezar el cuento por el final. Y así, escribió ‘Colorín colorado, este cuento se ha acabado’ y apenas terminó estas palabras estallaron en coloridos fuegos artificiales.
Savannah no estaba consiguiendo escribir su cuento, pero la estaba pasando muy bien. Entonces, se unió a la fiesta, jugó con las pinturas, cantó con el lápiz e hizo un vestido de papel para su muñeca.
:quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/CWPJ3RV375DILN6AL5SEEVCP74.jpg)
Al día siguiente, entró en la clase con la cabeza bien alta. Aunque no llevaba el cuento escrito, como el resto de sus compañeros, no estaba preocupada. Había aprendido que a veces aunque se intentan hacer bien las cosas estas no salen como las habíamos pensado. Lo importante era haberlo intentado y buscado una solución alternativa. Así, cuando la profesora le pidió su cuento, Savannah decidió narrarlo en voz alta a sus amigos.