La liebre chica y la liebre grande tratan de medir el amor que siente una por la otra.
La liebre chica y la liebre grande tratan de medir el amor que siente una por la otra.

Era la hora de dormir. La liebre pequeña color de avellana se agarraba fuertemente a las orejas de la gran liebre color de avellana.

Quería estar segura de que la liebre grande la escuchaba. ‘Adivina cuánto te quiero’, le dijo.

‘¡Uf’, no creo que pueda adivinarlo!’, contestó la liebre grande.

Abriendo los brazos todo lo que podía y estirándolos hacia arriba, la liebre pequeña indicó hasta qué punto quería a la liebre grande. ‘Y yo te quiero hasta aquí arriba’ contestó la liebre grande, parándose en dos patas.

‘¡Qué alto…! ¡Ojalá yo tuviese brazos tan largos!’, pensó la liebre pequeña.

Te quiero hasta el final de aquel camino, hasta aquel río a los lejos’, gritó la pequeña liebre. ‘Yo te quiero más allá del río y de las lejanas colinas’, agregó la liebre grande.

‘Qué lejos’, pensó la libre pequeña color avellana.

Se quieren hasta la Luna.
Se quieren hasta la Luna.

Tenía tanto sueño que no podría pensar más, entonces miró por encima de los arbustos hacia la enorme oscuridad de la noche, nada podría estar más lejos que el cielo.

‘Te quiero de aquí a la Luna’, dijo, y cerró los ojos. ‘Eso está muy lejos’, dijo la liebre grande. ‘Eso está lejísimos’.

Tomó a la liebre pequeña en los brazos y la acostó en una cama de hojas, se quedó a su lado y le dio un beso de buenas noches. Luego se cercó aún más y le susurró. ‘Yo te quiero hasta la Luna... y de vuelta’.


Texto: Sam McBratney.

Ilustraciones: Anita Jeram.

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