Llevo 8 días fuera de Perú. Parece que fueran más. La vida en es intensa por los miles de turistas que llegaron al Mundial. Decidí conocer las calles de Moscú. Por un instante parecía que iba por las avenidas Abancay, Javier Prado o Vía Expresa en plena hora punta. Se camina mucho. Ingresé a un centro comercial y compré un scooter para recorrer.

Nadie puede cruzar las calles por la pista, existen pasos a desnivel como túneles, donde los peatones transitan sin temor a sufrir algún accidente. Las distancias de una calle a otra son largas. Los moscovitas son ordenados y puntuales.

Con mi nueva adquisición enrumbé a la famosa y antigua calle Arbat -de un kilómetro de largo- en pleno centro histórico. Se parecía al Jirón de la Unión. En Moscú se apoya el arte y aceptan que los artistas callejeros se coloquen a lo largo de la avenida. Esta zona está ubicada entre las plazas Arbatskie Vorota y Smolenskaya, en el distrito de Ókrug. El paseo por esta hermosa calle te remonta a decenas de años atrás donde caminaban ilustres rusos como Leon Tolstoi, Ivan Bunin o Aleksandr Pushkin. Me siento súper importante.

El scooter es un nuevo medio de transporte para los rusos. Muchos lo utilizan para ir a trabajar y asistir al colegio. Las bellas mujeres también los usan, van con prendas cortas y hacen suspirar al más distraído caminante.

Al igual que la bicicleta, es una alternativa para trasladarse de manera rápida por las amplias calles. En Lima, con este vehículo, sufriría un accidente a los pocos minutos. Ahora me toca subirme a un tren para ir a Ekaterimburgo. Me esperan 26 horas de viaje.

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