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Encontrar, en el fondo de un armario, una chaqueta Burberry que ni siquiera recordaba haber comprado, convenció a Chen Rui de que había acertado contratando a expertos en organización, que ayudan a los chinos adinerados a poner orden en sus roperos.

“¿Dónde han encontrado esto?”, pregunta Chen, de 32 años, a los cuatro profesionales contratados para adentrarse en sus armarios rebosantes de prendas de grandes marcas. Nunca se repetirá lo bastante hasta qué punto es complicada la vida para los millones de nuevos ricos surgidos en las últimas décadas en el país comunista más grande del planeta.

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Una tercera parte del gasto en lujo en el mundo viene ahora de los consumidores chinos, según un informe de la consultora McKinsey en 2019. Incluso la no ha calmado la sed de estos pudientes compradores.

Trabajadoras organizan el ropero de Chen Ruin en Pekín el pasado 26 de octubre. (Foto de Noel Celis / AFP)
Trabajadoras organizan el ropero de Chen Ruin en Pekín el pasado 26 de octubre. (Foto de Noel Celis / AFP)

A falta de poder desvalijar las tiendas en París o Milán, se han lanzado en masa a las compras por internet. El 11 de noviembre, día de la “fiesta de los solteros”, con tentadores descuentos online, puede ser una nueva ocasión de probar esta pasión desenfrenada por productos que permiten exhibir su estatus social. Normalmente, este día se produce la mayor operación mundial de comercio electrónico.

Comprar sin límite

Pero la riqueza va siempre acompañada de preocupaciones. Chen confiesa que el estado de su vasto guardarropas, donde acumula sus trajes Chanel, sus bolsos Hermès, sus zapatos Prada y otros artículos imperdibles de la alta costura, es fuente de frecuentes disputas con su marido.

“Nunca me separo de nada de mi colección, no hago más que aumentarla permanentemente”, reconoce esta exprofesora de arte. “No veo ninguna razón para limitarme”, insiste.

La única salida posible es entonces recurrir a especialistas del orden para organizar sus blusas, camisas y vestidos de fiesta. Cuatro “superorganizadores”, vestidos con elegantes trajes negros, comienzan a vaciar los armarios, transformando por algunas horas su hermoso apartamento pekinés en una leonera.

Amontonados incluso en el suelo, hay más de un millar de prendas para clasificar, así como decenas de bolsos, que recuperarán --por un tiempo-- su lugar asignado en el armario correcto.

El equipo está dirigido por Yu Ziqin, una de las miles de diplomados de una escuela llamada Liucundao (“Método para ordenar sus cosas”). La fundadora de la escuela, Bian Lichun, estima que el sector de la organización cuenta ahora con más de 3.000 profesionales.

Según la televisión nacional CCTV, la actividad podría generar este año la astronómica suma de 100.000 millones de yuanes (cerca de 13.000 millones de euros, 15.000 millones de dólares).

“Arreglamos espacios, no el cerebro”

Con la epidemia, el volumen de negocio se multiplicó por cinco, afirma Bian: consecuencia del aumento de las compras online y del deseo de los consumidores de ordenar su lugar de confinamiento.

Sus equipos no buscan convencer a sus clientes de separarse de viejas prendas ni de consumir menos. Su objetivo es “aprender a conservar mejor” sus pertenencias instalando muebles de almacenamiento más funcionales, o recurriendo a simples trucos como perchas muy finas.

Chen, que no tienen ningún deseo de gastar menos, no protesta ante los cerca de 2.000 euros (2.300 dólares) que le facturan sus organizadores por un día de trabajo.

Algunos acumuladores compulsivos deben llamar a los especialistas una vez al mes, según Bian. Pero estos no intentan intervenir en la psicología de sus clientes. “Nosotros arreglamos espacios, no el cerebro de la gente”, asegura.

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