Este Búho terminó el colegio en una época totalmente diferente a la de ahora. Hablo de inicios de los años ochenta. Las universidades nacionales se contaban con los dedos de la mano. Las más buscaditas, la , de toda la vida; la Villarreal, manejada por los apristas; la UNI de los cerebritos , la Agraria de La Molina, y la del Callao. Y, de las privadas, la exclusiva Católica, con sus curas y chicos ‘progres’ e izquierdistas mezclados con liberales a ultranza; la del Pacífico, de buen nivel, la Universidad de Lima, lejana y exclusiva. También la Femenina, la ‘Harvartín’ y la Garcilaso. Y paro de contar.

Hoy, este Búho tiene un siglo dividido en dos partes y me pongo a pensar dónde estudiará mi hija. Fui el primero de mi generación de ‘lagartazos’, de la Unidad Vecinal de Mirones, que ingresó a la universidad. Y contra la voluntad de mis ‘viejitos’, que querían hacer un esfuerzo para que estudie en la Católica. Gracias a la influencia de mi tío Kike, postulé y entré a San Marcos. Recuerdo que estudié todos los días de aquel verano. Hice mi cola para pagar mi Prospecto de Admisión, desde las 3 de la madrugada. En ese tiempo, postulaban cerca de 50 mil estudiantes para 5 mil vacantes. Hoy me doy con la sorpresa que existen universidades ‘truchas’, con nombres que dan risa, que hacen que las secretarias llamen a la casa de los alumnos más indisciplinados y antiacadémicos para que ingresen sin dar examen, solo presentando el DNI. Realmente dan vergüenza ajena. A San Marcos la conocía de niño. Iba a jugar montando bicicleta en ese gigantesco estadio.

Me alucinaban los murales de tipos que nunca había visto en mi vida: Carlos Marx, Federico Engels, y un tal Mao Tse-tung y el bigotón Stalin. Los estudiantes se reían de nosotros, porque me paraba frente a la enorme gigantografía de Mao, me rasgaba mis ojazos de buhíto y me convertía en chinito. Las izquierdistas se mataban de risa. En esos tiempos, en el Patio de Letras había algunas chicas rubias y con ojos azules como el cielo, tipo Ximena Salazar, hija de Sebastián Salazar Bondy. Hasta el flaco Federico Salazar estudiaba filosofía en la cuatricentenaria. Hasta que vino el lado oscuro. Nunca en San Marcos los estudiantes nos enfrentamos a un rector por corrupción. El tío Gastón Pons Muzzo era honesto. Solo se dejaba mangonear por los ultraizquierdistas. Luego llegaron rectores de lujo: el crítico literario Antonio Cornejo Polar y Manuel Burga, mi profesor de historia.

Un intelectual brillante, al que entrevisté una vez, cuando esta casa de estudios estaba capturada por Sendero Luminoso. Pero esa será otra historia que les contaré en otra oportunidad con más detalles. En mis tiempos, Sendero Luminoso ingresaba a la universidad, provocaba apagones y de inmediato explotaban tremendas bombas. No existían los celulares. Para hablar por teléfono hacíamos kilométricas colas con las fichas ‘rin’. Pero aunque no lo crean, esas colas resultaban beneficiosas. Una vez, leí ‘Crónica de una muerte anunciada’, de García Márquez, mientras esperaba para hablar con la mujer que más quise, creo, y le pagué mal, Lidia ‘La italiana’ Sánchez. San Marcos siempre fue rebelde. Desde los tiempos del presidente Leguía.

De allí salieron estudiantes notables como Víctor Raúl Haya de la Torre, Mario Vargas Llosa, y una pléyade de escritores y queridos poetas. Este Búho es muy crítico de Alejandro Toledo, pues resulta inadmisible que haya sacado al mejor congresista, Daniel Mora, quien no tenía intereses en la educación ni la utiliza como un negocio. Solo busca una educación de calidad. Los que amamos a la universidad, en general, le agradecemos al parlamentario a quien espero volver a verlo en una curul, y no como otros que no han hecho nada positivo para el país. La última es para el rector Pedro Cotillo quien, a simple vista, es obvio que no está a la altura para ser rector de San Marcos. Dígame, míster, ¿dónde quedan sus farmacias para no comprarle ni una pastillita? Apago el televisor.

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Este Búho terminó el colegio en una época totalmente diferente a la de ahora. Hablo de inicios de los años ochenta. Las universidades nacionales se contaban con los dedos de la mano. Las más buscaditas, la , de toda la vida; la Villarreal, manejada por los apristas; la UNI de los cerebritos , la Agraria de La Molina, y la del Callao. Y, de las privadas, la exclusiva Católica, con sus curas y chicos ‘progres’ e izquierdistas mezclados con liberales a ultranza; la del Pacífico, de buen nivel, la Universidad de Lima, lejana y exclusiva. También la Femenina, la ‘Harvartín’ y la Garcilaso. Y paro de contar.

Hoy, este Búho tiene un siglo dividido en dos partes y me pongo a pensar dónde estudiará mi hija. Fui el primero de mi generación de ‘lagartazos’, de la Unidad Vecinal de Mirones, que ingresó a la universidad. Y contra la voluntad de mis ‘viejitos’, que querían hacer un esfuerzo para que estudie en la Católica. Gracias a la influencia de mi tío Kike, postulé y entré a San Marcos. Recuerdo que estudié todos los días de aquel verano. Hice mi cola para pagar mi Prospecto de Admisión, desde las 3 de la madrugada. En ese tiempo, postulaban cerca de 50 mil estudiantes para 5 mil vacantes. Hoy me doy con la sorpresa que existen universidades ‘truchas’, con nombres que dan risa, que hacen que las secretarias llamen a la casa de los alumnos más indisciplinados y antiacadémicos para que ingresen sin dar examen, solo presentando el DNI. Realmente dan vergüenza ajena. A San Marcos la conocía de niño. Iba a jugar montando bicicleta en ese gigantesco estadio.

Me alucinaban los murales de tipos que nunca había visto en mi vida: Carlos Marx, Federico Engels, y un tal Mao Tse-tung y el bigotón Stalin. Los estudiantes se reían de nosotros, porque me paraba frente a la enorme gigantografía de Mao, me rasgaba mis ojazos de buhíto y me convertía en chinito. Las izquierdistas se mataban de risa. En esos tiempos, en el Patio de Letras había algunas chicas rubias y con ojos azules como el cielo, tipo Ximena Salazar, hija de Sebastián Salazar Bondy. Hasta el flaco Federico Salazar estudiaba filosofía en la cuatricentenaria. Hasta que vino el lado oscuro. Nunca en San Marcos los estudiantes nos enfrentamos a un rector por corrupción. El tío Gastón Pons Muzzo era honesto. Solo se dejaba mangonear por los ultraizquierdistas. Luego llegaron rectores de lujo: el crítico literario Antonio Cornejo Polar y Manuel Burga, mi profesor de historia.

Un intelectual brillante, al que entrevisté una vez, cuando esta casa de estudios estaba capturada por Sendero Luminoso. Pero esa será otra historia que les contaré en otra oportunidad con más detalles. En mis tiempos, Sendero Luminoso ingresaba a la universidad, provocaba apagones y de inmediato explotaban tremendas bombas. No existían los celulares. Para hablar por teléfono hacíamos kilométricas colas con las fichas ‘rin’. Pero aunque no lo crean, esas colas resultaban beneficiosas. Una vez, leí ‘Crónica de una muerte anunciada’, de García Márquez, mientras esperaba para hablar con la mujer que más quise, creo, y le pagué mal, Lidia ‘La italiana’ Sánchez. San Marcos siempre fue rebelde. Desde los tiempos del presidente Leguía.

De allí salieron estudiantes notables como Víctor Raúl Haya de la Torre, Mario Vargas Llosa, y una pléyade de escritores y queridos poetas. Este Búho es muy crítico de Alejandro Toledo, pues resulta inadmisible que haya sacado al mejor congresista, Daniel Mora, quien no tenía intereses en la educación ni la utiliza como un negocio. Solo busca una educación de calidad. Los que amamos a la universidad, en general, le agradecemos al parlamentario a quien espero volver a verlo en una curul, y no como otros que no han hecho nada positivo para el país. La última es para el rector Pedro Cotillo quien, a simple vista, es obvio que no está a la altura para ser rector de San Marcos. Dígame, míster, ¿dónde quedan sus farmacias para no comprarle ni una pastillita? Apago el televisor.

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