El Chato Matta llegó al restaurante por una ronda marina con cebiche, causitas con langostinos, pulpito al olivo y su arroz con mariscos. Espectacular. Para bajar la comida, pidió una jarrita de chicha morada al tiempo. “María, después de Fiestas Patrias estuve ganado, por eso el fin de semana me escapé con el gran Pancholón. Nos bajamos una botellita de Cartavio X0 y, al día siguiente, nos fuimos a su sauna privado. Estábamos descansando en la cámara seca cuando entró una llamada misteriosa a mi celular. ‘Chatito, no sé si te acuerdas de mí. Soy Jocelyn, una de las mujeres de tu amigo Pancholón. Quiero pedirte un gran favor, recógeme en la esquina de Sucre con La Marina, tengo que entregarte un encargo para el gordito. Clic’. Al toque se lo dije a Pancho y se palteó. ‘Anda Chato, después me cuentas la firme’, me dijo. La verdad, no me acordaba de la chica por su nombre. Es que, francamente, desde que conozco al abogado, le habré contado decenas y decenas de conquistas. Pero apenas llegué, la reconocí. Jocelyn era una flaquita que paraba en ‘El embarcadero’. Se había casado chibola con un marino que paraba de viaje por los mares helados de Europa y le mandaba buenos dólares. Pancho la conquistó a puro floro y sacaditas de lengua. Ella le llenaba la mesa con jarras de cerveza y hasta pagaba La Posada. La joven cometió la locura de romper con su esposo, creyendo ilusamente que Pancho la iba a llevar a vivir con él.

Cuando comenzó a llegar abollada por su pareja y sin plata, Pancho sacó la cola e inició su romance con la psicóloga. Jocelyn rondaba a Pancho por los salsódromos y hostales, como una sombra. Una vez, el gordo me confesó: ‘Chato, tengo miedo que esa loca aparezca con una pistola y me mate’. Pero un día desapareció y le contaron que su marido la había perdonado. Hoy volvió a la carga. ‘Chato, gracias por venir. Solo te voy a entregar una carta. Quiero que se la des a Pancholón en su mano. La misiva empezaba así: ‘Pancho, te escribe Jocelyn. Seguro ni te acuerdas de mi nombre, pero yo nunca me olvido de ti. Fuiste el hombre que me desgració la vida. Hiciste que abandone a mi marido, quien me daba todo y me amaba, con tus falsas promesas solo para llevarme a la cama. Eres el típico hombre basura, que se mostraba cariñoso hasta que conseguía llevarme a La Posada. Después, apenas terminabas, me dejabas en el hotel y decías que te ibas a dormir para levantarte temprano para una diligencia, pero en realidad salías con otras mujeres. Cuando mi esposo me giraba dólares, te portabas bonito solo para que te ‘habilite’ 500 dólares. Cuando rompí con mi marido por ti, y me quedé sin un sol, te metiste con la novia de tu mejor amigo. Yo tenía un grupo de amigas, pero a todas le sacabas la lengua, le ponías tu tarjeta en el sostén y ofrecías ‘servicios de abogado gratis’. Nunca conocí a un hombre tan sucio y perro que no ama a nadie, ni siquiera a sí mismo, porque tú crees que eres feliz destruyendo mujeres. Eres malo, Pancho. Ojalá te mueras, que todo tu mundo se vaya al vacío y ardas en el infierno…’. Y se puso a llorar”. Pucha, qué feo. La próxima semana les termino de contar. Me voy, cuídense.

Si te interesó lo que acabas de leer, puedes seguir nuestras últimas publicaciones por , , y puedes suscribirte a nuestro newsletter.

NOTICIAS SUGERIDAS

Contenido GEC