El Búho habla de la obra de la ‘Conversación en La Catedral’ que cumple 50 años y nos cuenta detalles del libro de Mario Vargas Llosa
El Búho habla de la obra de la ‘Conversación en La Catedral’ que cumple 50 años y nos cuenta detalles del libro de Mario Vargas Llosa

Este Búho, ahora a finales del 2019, se siente como en su casa en el local de la Casa de la Literatura, en lo que es la famosa ‘Estación de Desamparados’ del legendario tren a Huancayo, atrás de Palacio de Gobierno. Justamente ahí, Mario Vargas Llosa recibió un homenaje ayer sábado, debido a que se cumplieron los ¡cincuenta años! de publicación de su obra cumbre: ‘Conversación en La Catedral’ (1969) y se organizó una lectura de esa novela.

Mario estuvo atento de lo que sucedía en Lima este fin de semana y se produjo una conexión en red. Allí todos supimos lo que el enorme escritor arequipeño opinaba de su gran novela política. “Si me dijeran que solo debo salvar una de mis obras de la hoguera, será esta, porque fue la que más me ha costado escribir, por distintas razones. Por dónde está situada, por el contenido histórico”. El libro lo publicó Mario en 1969, pero lo trabajó en Londres desde 1966. A aquella ciudad anglosajona, tan distinta de la París que lo cobijó cuando llegó de Lima, la definiría como una ‘ciudad inmensa y triste’. Allí proliferaban Los Beatles, la minifalda de Twiggy, los ‘diabólicos’ Rolling Stones y el hippismo, que reemplazaban el mundo ideologizado de su adorada y vieja Francia del existencialismo de Sartre, de la honestidad izquierdista de Albert Camus, del marxismo estructuralista de Lévi-Strauss. Todo lo último era sustituido a orillas del río Támesis por una ‘droga feliz’ como el LSD y el sexo libre londinense.

El argumento de la obra: la dictadura del general Manuel A. Odría, quien gobernó el país con mano dura y al compás del mambo y los boleros, desde 1948 a 1956. Allí disecciona la sociedad peruana desde lo más alto del poder, con el ministro de Gobierno Cayo Bermúdez, ‘Cayo Mierda’, represor, siniestro y corrupto que era el espejo del hombre fuerte de la dictadura odriista, Esparza Zañartu, el Vladimiro Montesinos del ‘ochenio’.

El inicio es impresionante. Te atrapa. A mí me sorprende que los extranjeros se enamoren de la novela porque, en el fondo, es demasiado peruana o, mejor dicho, limeña. Está la casa-bulín de Hortensia, la escultural amante de ‘Cayo Mierda’, en San Miguel, donde este recibe a sus socios y compinches para hacer negocios, se emborrachen y si quieren, se acuesten con su joven y voluptuosa amante.

También ‘La Catedral’, el decadente bar a la espalda de la Plaza Unión, donde el protagonista Santiago Zavala se reencuentra después de una década con el negro Ambrosio, el antiguo chofer de su padre, otrora todopoderoso empresario Fermín Zavala, del cogollo del gobierno de Odría y conocido entre sus íntimos como ‘Bola de Oro’, un homosexual que no salía del clóset pero que tenía predilección por el chinchano chofer. La novela, según el escritor, nació fruto de su propia frustración que traslada a Zavalita, que es el hijo de este empresario que no sigue las reglas de la sociedad exclusivista de su Miraflores natal.

Al final, termina trabajando en el diario ‘La Crónica’ como editorialista, después de haber laborado en locales y policiales, y se casa con una sencilla enfermera. Esa vida opaca y desdichada se ve trastocada cuando se encuentra en ese bar con Ambrosio. Allí viene lo alucinante. Vargas Llosa usa novedosas y arriesgadas técnicas narrativas de su maestro Faulkner.

Está en el bar con Ambrosio y en las tres líneas siguientes, aparece la casa-bulín de ‘Cayo Mierda’ con la plutocracia dando rienda suelta a sus bajos instintos. El oprobio, la dictadura, la corrupción, la traición, el periodismo putañero de burdeles y boîtes, nos lo muestra Vargas Llosa a través de Zavalita, porque Mario, a los 15 años, practicó en el diario ‘La Crónica’ de la avenida Tacna, hasta que su padre lo sacó del pescuezo, porque se enteró de que paraba emborrachándose en las casas nocturnas de la Plaza San Martín y tenía amigos ‘pichicateros’.

El inicio de esta novela no lo olvidaré. “Desde la puerta de La Crónica, Santiago mira la avenida Tacna sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, letreros de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?”.

Después de 50 años de publicada la novela, este Búho camina por la avenida Tacna. Nada parece haber cambiado de la desgarradora visión del Zavalita de Vargas Llosa, salvo que el antiguo edificio de ‘La Crónica’ hoy alberga al supermercado Tottus y hay taxis colectivos peligrosos. Apago el televisor.

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