Este Búho se siente consternado por la muerte de los tres valerosos durante el pavoroso incendio desatado en . Los ‘hombres de rojo’ ingresaron al local en llamas alrededor de la 1 de la madrugada, con máscaras y balones de oxígeno, con el objetivo de rescatar a las personas que pudieron haber quedado atrapadas, pues los mismos trabajadores del lugar señalaron que algunos de sus compañeros intentaron apagar el fuego, pero que ya no los volvieron a ver.

Los valientes Alonso Salas Chanduví, Raúl Lee Sánchez Torres y Eduardo Porfirio Jiménez Soriano, integrantes de la Compañía Italiana de Bomberos Voluntarios Roma 2 del Cercado de Lima, asumieron la riesgosa tarea. Tenían que desafiar a las enormes lenguas de fuego y pusieron el pecho. ¡Era una misión altamente peligrosa! Pero no lo pensaron dos veces, pues se trataba de salvar vidas.

Tenían que ingresar, buscar rápidamente en medio del fuego y de un espeso humo y encontrar a quienes hubieran quedado atrapados. Haciendo gala de valor, entraron al local de El Agustino. Luego de varios minutos no salían. ¿Algo malo estaría ocurriendo?, se preguntaban sus colegas. Seguía pasando el tiempo y nada. La preocupación se hacía evidente. Una hora después, sus compañeros estaban desesperados.

Buscaron por los alrededores con la esperanza de que hubieran salido por otro lugar, pero no tuvieron suerte. Utilizaron perros rescatistas y hasta un dron para ubicarlos, pero no había noticias de ellos. A medida que pasaba el tiempo, las esperanzas de encontrarlos con vida se desvanecían. ¡No lo podían creer! Encima, unos vecinos les contaron que los habían visto por la parte trasera de la fábrica de El Agustino, donde una pared habría colapsado.

Unas nueve horas después, finalmente fueron ubicados los cadáveres. Estaban completamente quemados e irreconocibles. Al parecer, como se había dicho, una pared cedió por el calor extremo y les cayó encima, aplastándolos. Las tareas de rescate de los cuerpos, hechas por sus propios compañeros, fueron penosas.

Cuando sacaron los cuerpos para llevarlos a la Morgue, los bomberos, algunos entre lágrimas, policías y civiles les presentaron su saludo con una mano en la frente. Luego, tuvieron que seguir peleando contra el fuego, hasta el cierre de esta edición, porque aún no había sido extinguido. Durísimo. Alonso Salas, Raúl Lee Sánchez y Eduardo Jiménez son héroes del pueblo.

Su sacrificio representa lo mejor de este país. Los tres eran personas jóvenes, con toda una vida por delante. Pero murieron en el cumplimiento de su deber. Arriesgaron sus vidas por las de otros. A diferencia de lo que pasa en otros países, los bomberos en Perú no cobran sueldo. Lo que los engrandece aún más.

Acá, los ‘hombres de rojo’ se dedican a salvar vidas sin tener los equipos necesarios, con trajes obsoletos o de segunda mano que reciben donados de bomberos de otros países que los desechan porque ya cumplieron su vida útil, y ya no protegen del fuego como debe ser. Pero acá se vuelven a usar una y otra vez, durante varios años.

El presidente Kuczynski ha ofrecido dar más apoyo a los bomberos. Ojalá cumpla. Pero antes, debe preocuparse de que el Estado se ocupe de inmediato de las familias de estos valerosos peruanos y se les asegure, por lo menos, pensiones dignas. ¿O las dejarán en el abandono?

No puedo evitar pensar en los terroristas que se dedicaron a asesinar y destruir en nuestro país y que, sin embargo, se volvieron millonarios al recibir indemnizaciones del Estado peruano, a veces de cientos de miles de dólares, casi todas por mandato de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Aparte de las investigaciones para determinar si el incendio fue provocado, en cuyo caso se deberá hallar a los responsables para que sean juzgados también por asesinato, ya es tiempo que el Perú comience a hacer justicia con sus héroes. Apago el televisor.

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