Este Búho abre sus ojazos para ver la coyuntura política. Pienso que PPK va a tener que ‘hilar muy fino’ para garantizar la gobernabilidad, luego del polémico indulto humanitario a , que ha dividido al país, aunque la última encuesta de Ipsos revelaba que cerca del 65 por ciento de peruanos estaba a favor de la gracia presidencial. Pero los llamados ‘excesos’ y ‘errores’ del ‘Chino’, como los calificó PPK, no son tales. Al papá de Keiko se le condenó por graves crímenes que se produjeron en su gobierno. Por eso este Búho vuelve a ingresar al túnel del tiempo para contarles a mis jóvenes lectores ciertos hechos que desconocen, incluso algunos ‘pulpines’ que marchan y gritan eufóricos en calles y plazas. Tiempo atrás, el Poder Judicial, en un fallo histórico, condenó a 22 años de prisión a Vladimiro Montesinos y al que fuera comandante general del Ejército, Nicolás de Bari Hermoza Ríos, además de dos efectivos subalternos (Enrique Nadal Paiva y Enrique Oliveros Pérez) por el homicidio y desaparición de los estudiantes Kenneth Anzualdo, Martín Roca Casas y el catedrático Justiniano Najarro Rúa.

Las circunstancias de estas muertes no pueden ser más siniestras y echan más lodo al recuerdo del gobierno fujimorista, que pasó a ser un régimen autoritario y vil desde que ‘disolviera’ el Congreso. A partir de allí, se usaron los sótanos del local del Servicio de Inteligencia del Ejército como salas de tortura y de desaparición de detenidos, en hornos especiales, como si estuviésemos en los campos de concentración nazi. Había unos ‘hornos’ donde cremaban los cuerpos de los ciudadanos detenidos extrajudicialmente para desaparecerlos. Ellos, previamente, eran torturados y asesinados. Para saber más de ese horror escondido, que se vivió en ‘las mejores épocas’ del gobierno de Fujimori, recomiendo leer el libro ‘Muerte en el Pentagonito’, de Ricardo Uceda. Esa impecable investigación detalla cómo el ‘Grupo Colina’, liderado por Santiago Martin Rivas, entre otros actos criminales, plagió a un espía ecuatoriano y a su cómplice, un militar peruano. El diplomático norteño era un ‘gilerito’ y le gustaba ‘levantar’ chicas en la ‘Calle de las Pizzas’. Los del Servicio de Inteligencia le ‘sembraron’ a una agente que era igualita a una conocida modelo de la televisión. No le costó nada llevarlo a un departamento. Allí estaban esperándolo Rivas, Jesús ‘Kerosene’ Sosa y otros siniestros efectivos que trasladaron al cachondo guayaquileño y a su cómplice peruano, a las mazmorras del ‘Pentagonito’.


Un prófugo Sosa relató al tenaz Uceda, quien lo mantuvo escondido en un sitio caleta hasta sacarle toda la información, que a él lo apodaban ‘Kerosene’ porque descubrió, en Ayacucho, que con gasolina no se podían incinerar bien los cuerpos, pero con este combustible se calcinaba todo. ¡¡Macabro!! Sin embargo, los asesinatos de los estudiantes Kenneth Anzualdo y Martín Roca ni siquiera se justificaban por razones de ‘defensa nacional’, como en el caso del ecuatoriano. Fue una simple venganza personal. Ambos jóvenes participaron en una marcha estudiantil por las calles del Callao. Los manifestantes, al ver que unos individuos sospechosos que no eran periodistas filmaban la marcha, los abordaron y les quitaron los equipos. Eran del Servicio de Inteligencia. Como Kenneth y Roca eran dirigentes, una noche, al mismo estilo de los paramilitares argentinos, los secuestraron. Los angustiados padres indagaron por su paradero en mil y una comisarías.

Los jóvenes pasaron a ser ‘desaparecidos’. Pero con la llegada de la democracia se reabrió el caso y se descubrieron los ‘hornos’ en el ‘Pentagonito’. Los desgraciados dijeron que se utilizaban para ‘quemar papelería inservible’. Pero el fiscal desbarató su defensa, al sostener que los papeles se podían incinerar a 200 grados, pero los hornos estaban programados a mil. Ya en el año 2004, peritos internacionales de la Corte Interamericana de Derechos Humanos encontraron una evidencia que desmoronaba la pueril defensa de los acusados: Se halló un hueso del dedo meñique de Kenneth, que permitió identificarlo. La Corte falló a favor de sus deudos. La justicia peruana condenó no solo a los autores materiales, los militares Nadal Paiva y Oliveros Pérez, sino también a los ‘cerebros’ de esa maquinaria institucional de aniquilar a presos detenidos extrajudicialmente: Montesinos y Hermoza Ríos. La justicia tarda pero llega. Apago el televisor.

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