Este Búho se levantó tempranito y la somnolencia se me fue de un porrazo: “¡Noticia de último minuto! Acaba de producirse camino a la Costa Verde. Dentro de una camioneta cuatro por cuatro se encuentra el cuerpo del chofer. El vehículo recibió más de cuarenta balazos”. Este columnista se puso a pensar cómo continúa imparable el cruel ‘sicariato’ en el país. Este crimen no se produjo en zonas con poca vigilancia del Callao, San Juan de Lurigancho o Villa El Salvador. 

Ocurrió a plena luz del día, mientras automovilistas buscaban la Costa Verde para evitar el tráfico. Mientras decenas de deportistas van hacia la playa, trotando y caminando en esa zona residencial, un auto baja raudo, con un chofer desesperado, que pudo tranquilamente arrollar a algún deportista que a esa hora se dirige a la playa. La camioneta Hillux Toyota negra cerró a la del infortunado chofer conocido como ‘Nene malo’, quien había estado preso en ‘Lurigancho’ por robo agravado. ¿Qué pudo haber hecho para tener enemigos que actuaron con tanta ferocidad? El trabajo fue de profesionales, porque hasta usaron silenciadores. 

Este Búho recuerda que la Bajada de Armendáriz está signada por la tragedia. Hace algunos años se produjo otro crimen de similares características. Pero en aquella oportunidad emboscaron a un hombre que manejaba de Chorrillos y subía para ingresar a la Vía Expresa. Después se descubrió que tenía antecedentes por narcotráfico. Fue un clásico ‘ajuste de cuentas’ y murió en su ley. Uno se pregunta, ¿qué está pasando en Lima, Callao y las principales ciudades del país? Nos estamos convirtiendo en una nueva Colombia o una nueva Ciudad Juárez. Los sicarios hasta se promocionan por Facebook. Pandilleros, rateros y gente de malvivir publican sus fotos con armas de fuego como si fuera una proeza. 

Seguramente son armas que no están registradas o han sido robadas. No veo una verdadera voluntad política y operativa para acabar con la inseguridad ciudadana. Lamentablemente, quien está al frente del Ministerio del Interior ni siquiera ha sido policía escolar en su colegio. El problema de la inseguridad ciudadana no se resuelve poniendo precio a los más buscados que están escondidos. El problema es desarticular a las bandas de sicarios, marcas, extorsionadores, raqueteros, que matan, roban y mantienen en vilo a la sociedad.

Ya no se está seguro ni en San Isidro, Miraflores, donde hasta se están dando los robos con la modalidad del ‘combazo’. Pienso que no hay un plan básico de inteligencia. No se trata de que lleguen diez patrulleros cuando ya robaron el banco, ya los ‘marcas’ se llevaron la plata de quien sale de una agencia bancaria. Hace falta el trabajo de inteligencia. Creo que uno de los grandes culpables fue Alan García, cuando desapareció a la Policía de Investigaciones del Perú, la recordada PIP. Estos efectivos, vestidos de civil, realizaban un gran trabajo de inteligencia. Se introducían en los bajos fondos, discotecas, frecuentadas por gente de malvivir y tenían sus informantes. 

Así, enamorando a una ‘lolita’, se lograba desbaratar a las más grandes bandas de asaltantes de residencias, a los zares de la droga. Claro, esa institución también tuvo sus ‘manzanas podridas’, porque en gobiernos militares hubo hasta generales involucrados con los ‘capos’ de la droga. Pero en regímenes democráticos, con una prensa libre y buena fiscalización, con un cuerpo policial de ese tipo podríamos combatir de mejor manera a la delincuencia. 

Lamentablemente, el ministro parece buscar solo exposición mediática. En plena crisis se está enfrentando a los hinchas del Sport Boys. Lo repito. Veo demasiada pasividad, falta de liderazgo en el Gobierno para agarrar al ‘toro por las astas’. Nadie está seguro a ninguna hora del día y ya la gente está tomando la defensa personal por su propia cuenta. Es decir, nos estamos convirtiendo en tierra de nadie, como en el Viejo Oeste. El fenómeno de la violencia extrema y el sicariato se asemejan al que se vivió en Medellín en los años 80, cuando reinaba Pablo Escobar. 

Justamente, Netflix emitió hace unos años la primera temporada de la excelente miniserie ‘Narcos’, que estelarizaba el recordado actor brasileño Wagner Moura. Sí, el implacable jefe de las fuerzas especiales de la policía en la violenta película brasileña ‘Tropa de élite’. Contrariamente a su anterior papel, ahora tiene el encargo de encarnar al siniestro Pablo Escobar. En la primera temporada, ‘Narcos’ nos muestra el curioso ascenso del ‘Patrón’ desde su humilde recurseo de contrabandista de cigarrillos hasta convertirse en uno de los diez hombres más ricos del mundo. Entre la pesadilla que se vivió en Colombia y la ficción de la serie de Netflix no hay diferencias, inclusive, a veces, la realidad supera a la ficción. Ojalá que las autoridades del Ministerio del Interior de nuestro país pongan mano dura contra la delincuencia. Apago el televisor.

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