El Búho rememora la película 'La Boca del Lobo', de Francisco Lombardi, que fue basado en la masacre de Soccos.
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Este como muchos peruanos ante la absolución del general Daniel Urresti por el asesinato del periodista Hugo Bustíos, se puso a recordar esa época de terror, de masacres en las alturas ayacuchanas. Como los 69 campesinos asesinados por Sendero Luminoso en Lucanamarca, o la masacre de Soccos, perpetrada por la policía, que aniquiló a más de 30 pobladores que participaban de una fiesta.

Sobre esta última, el gran Francisco ‘Pancho’ Lombardi estrenó un filme en 1988, el mismo año que asesinaron a Bustíos. ‘La boca del lobo’ fue su película más polémica y también la más valiente.

En plena guerra antisubversiva se atrevió a abordar un conflicto que no había acabado y que no tenía visos de llegar a un final. Lombardi, por obvias razones, no podía filmar en Ayacucho y más bien grabó en Tarata, la sierra de Tacna, esta cinta que estaba basada en una historia real.

En Soccos, un fatídico martes 13 de noviembre de 1983, se llevaba a cabo en el pueblo una fiesta por una ‘pedida de mano’. Un grupo de policías del puesto del pueblo, en estado de ebriedad, pretendieron ingresar a la fiesta, pero fueron los pobladores quienes les impidieron el ingreso. Con sed de venganza, los agentes regresaron con todo el destacamento, bajo el pretexto de que en la celebración se habían escuchado consignas senderistas.

Los policías, al mando de un capitán, detuvieron a los novios, niños, mujeres y ancianos, más de una treintena de personas. Los amordazaron y los llevaron a una quebrada, donde los ametrallaron y asesinaron. Luego cavaron zanjas y los enterraron. Solo una comunera, María Cárdenas, sobrevivió al caer a un pozo y pasó desapercibida. Ella vio la masacre y fue la que denunció el hecho en el pueblo. Una pobladora que había perdido en los asesinatos a su prima embarazada, al esposo de esta, a su esposo, su hijo y sus suegros, totalmente indignada, reunió a la población y fue a denunciar el hecho al puesto policial, pero fueron desalojados.

Cuando se disponía a marchar a Huamanga a informar del crimen a las autoridades, tres encapuchados la acribillaron en su casa. Se fueron gritando consignas senderistas, pero sus familiares dijeron que vestían botas militares. La masacre se consumó con total impunidad. Cuando se inició un proceso judicial a once policías implicados, se les aplicó penas benignas y a muchos de ellos los vieron laborando en Lima, cuando debían estar en prisión. Con la ley de amnistía que dio Alberto Fujimori para beneficiar al Grupo Colina, los policías asesinos de Soccos aprovecharon también la medida y fueron amnistiados.

Pancho Lombardi fue uno de esos peruanos que se sintió asqueado al enterarse de esta masacre y demoró años en consolidar un proyecto arriesgado. El director ubica la tragedia en el ficticio pueblo de Chuspi, Ayacucho, un pueblo asolado por el demencial terrorismo de Sendero Luminoso que ya había atacado el puesto policial.

El Gobierno decide repotenciar dicho local con más hombres y pertrechos, al mando de un oficial mestizo, el teniente Basulto. Junto al nuevo destacamento llegan dos amigos de un barrio limeño, Vitín Luna (Toño Vega) y Kike Gallardo (José Tejada). Ambos se han enrolado como personal subalterno solo con la finalidad de hacer méritos para postular a la Escuela de Oficiales, pero Vitín tiene valores y trata de no cometer abusos con la población campesina, a diferencia de Gallardo, que es racista, desprecia a los pobladores y considera a todos terroristas, además de estar encaprichado con Julia (Bertha Pagaza), una agraciada muchacha campesina que vende en una bodeguita. Cuando la política relajada del teniente Basulto fracasa, al ser emboscado y asesinado por una columna subversiva, el comando policial manda al teniente Iván Roca (notable Gustavo Bueno), un oficial con antecedentes siniestros y que cree que en ese pueblo todos son senderistas mientras no le den muestras palpables de lo contrario.

La masacre de Soccos fue el pretexto del director para retratar ese clima claustrofóbico que viven los policías, entre ellos un chibolo Aristóteles Picho, como ‘Chino’, y el abismo existente entre estos y la población campesina. Sendero es como un fantasma que asusta, mata, pintarrajea, pero nadie lo ve. Roca enloquece y se produce un enfrentamiento, luego de la masacre, entre él y Vitín.

Aquella memorable escena de la ruleta rusa es una de las mejores y más impactantes del cine peruano. A verla en YouTube. Apago el televisor.

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