El Búho escribe sobre 'Bohemian Rhapsody', la película sobre Freddie Mercury, el desaparecido cantante de Queen.
Freddie Mercury

Este para empezar, debe dejar constancia de que no será muy objetivo en esta columna. Uno de los grupos favoritos de mi adolescencia fue el grupo cuyo vocalista es el protagonista de la película ‘Bohemian Rhapsody’ que hoy comento. Y justamente la canción que le da título a la película fue el primer LP de la banda que compré allá por 1982. Era un tema atípico para las radios de la época, en pleno auge del punk y el ‘new wave’.

El long play había sido lanzado en 1975, en la gran era del rock sinfónico, junto a joyas de Rick Wakeman como solista o con ‘Yes’. Queen incrementó su éxito en Sudamérica con su disco ‘Jazz’, de 1979, donde ‘Dont Stop Me Now’ había acaparado los primeros lugares en las radios limeñas como Panamericana. En la TV peruana se pasaba el concierto en el estadio Morumbí, con lleno total, y se veía que en el escenario ‘Queen’ era de otro planeta y Mercury, la estrella.

Les contaba que ‘Queen’ se convirtió en mi grupo favorito. Me iba a las tiendas de discos del jirón de la Unión y con las propinas de mi abuelo y mi tío Kike, me compraba sus discos en cuarenta y cinco, o también unos LP como el ‘Live Killers’ de 1979. Ellos fueron un supergrupo que surgió de abajo.

Freddie Mercury era un prodigio, un vocalista versátil y bendecido, nacido en una colonia británica, Zanzíbar, ubicada ahora en Tanzania; Brian May es un guitarrista heredero de la pléyade de supermúsicos de la época dorada del rock sinfónico, con hipnóticos riffs; John Deacon, un bajista que aprendió del gran maestro Bernard Edwards, el inmenso bajista del grupo ‘Chic’; y todos armaban una poderosa base rítmica con el batero Roger Taylor, quien acompañaba en las voces agudas las locuras musicales de Mercury.

Les cuento a mis jóvenes lectores que nunca habían siquiera oído hablar de ‘Queen’ y de Freddie Mercury, pero se han maravillado por la película. Una biopic que lo presenta por todo lo alto a la vastísima juventud que no vivió la época en que ‘Queen’ dictó cátedra, desde 1973, hasta sus últimos discos Innuendo, en 1991, año en el que fallece Mercury víctima del SIDA, y Made in Heaven, en 1995, que acoplaba grabaciones de piano y voz ya dejadas por Freddie con nuevas letras trabajadas por el resto de los integrantes. Mercury, a pesar de ser una megaestrella del rock, siempre fue un personaje atípico en ese mundo musical. Era el genio creativo y el líder de Queen, el hombre que se tiraba sobre los hombros el principal caudal del grupo: sus presentaciones en directo. Nunca decidió ser solista porque no hubiese podido cargar con las responsabilidades ajenas a su creación ni con su otra pasión: buscar encuentros frenéticos con personas de su mismo sexo. Los integrantes de su grupo conocían sus preferencias. ‘Nosotros reservábamos hoteles cinco estrellas, pero Freddie nunca dormía en su suite’, contaban. Después de los conciertos, se escabullía a las zonas ‘rojas’ de las ciudades donde tocaban. ‘Tenía una obsesión por la promiscuidad’.

El filme -que vi en un cine del Centro de Lima, con decenas de fanáticos de ‘Queen’ que cantaban las canciones-, nos muestra a un artista muy influenciado por su siniestro mánager Paul Prenter, quien quiere controlarlo. Sabe que el cantante es gay pero lo lleva a mantener una relación con su noviecita de toda la vida, Mary. Ese puro pantallazo se convirtió en realidad, en una manera de escapar a su sórdida vida nocturna. Ella amó a Freddie con pasión y soportó toda su doble vida. Incluso, cuando agonizaba, lo acompañó hasta el último. Fue a ella a quien Freddie le legó toda su fortuna. La película no tendría tanta trascendencia sino hubiese sido por el actor Rami Malek (¡qué tal actuación!), quien se convirtió en ese ser complejo y atormentado que era el músico. Tenía una enamorada, amantes masculinos, un grupo exitoso y no sabía dónde ubicarse. Malek lo encarna a la perfección en sus gestos, en su voz, en sus maneras. Mercury no era de esos que abrazaban causas justas. Era devoto del dinero y llevó a ‘Queen’ a la ignominia cuando los obligó a viajar y tocar en Sudáfrica en plena segregación racial y con Nelson Mandela en la cárcel. ‘Fuimos muy tontos y nos dejamos llevar’, confesó Taylor.

Ningún músico decente se hubiera presentado en ese país y Sudáfrica era un lugar apestado, pero por ‘money’ el vocalista movió a la banda; sin embargo, la vida dio vuelta. Cuando se organizó el concierto Live AID, en Estados Unidos y Londres, los muchachos de ‘Queen’ engañaron a Freddie. Le enseñaron una ruma de billetes. ‘Es un concierto cualquiera con otros grupos, tocamos y nos vamos’, le dijeron. Freddie en Wembley hizo el concierto de su vida sin saber que era para una noble causa y sus amigos no habían cobrado ni un centavo. Se comportaba como una verdadera ‘reina’. Apago el televisor.

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