Este asiste incrédulo al fenómeno originado por el álbum ‘oficial’ del Mundial, de Panini. Ni los propios importadores calcularon el masivo movimiento que causa en Perú su llegada. La expectativa fue tan grande que en un par de días agotaron el stock, o mejor dicho muchos, los comerciantes abusivos, escondieron el álbum y las figuritas, creando una terrible angustia y expectativa entre los hinchas que estaban desesperados, como si en vez de cromos se tratara de una escasez de leche, azúcar o pan, como en la época del primer gobierno de Alan García. Y allí llegó la viveza criolla del peruano, y de la noche a la mañana, el precio de cinco soles del álbum simple se multiplicó diez veces, y el de ‘tapa dura’, de veinticinco soles como precio sugerido, pasó a costar ¡¡60 soles!! y luego se disparó a cien en algunos distritos acomodados.

Este columnista tiene amigos en los quioscos. Mi amiga Sol Huamaní, el primer día que salió a la venta y en medio de la histeria de colas en su puesto, me llevó a un costado y dentro de un Trome me dio el álbum de tapa dura que me había encargado mi hijita. ‘Buhíto, por ser tú, te lo vendo hoy a veinticinco soles. Mira esa colaza. Ya están ofreciendo cuarenta por los álbumes. Ándate calladito nomás porque si se dan cuenta, me tumban el quiosco’, me dijo. Los sobrecitos, que debían costar 2.20 soles, se ofrecían a cinco soles. ¡Qué tal negocio! Incluso el llamado ‘segundo lote’, que llegó la semana pasada, se acabó en un día. Solo me queda preguntarme, como la gran Cristina Saralegui, a quien la Bozzo no le llega ni al juanete: ¿Serááá cierto esooooo? ¿O están camuflándolo para seguir subiendo los precios?

Pero mejor ingreso al ‘túnel del tiempo’. Mundial de México 70. Este columnista estaba chibolito, pero recuerda perfectamente el álbum de ese torneo. El símbolo era un chiquito cachetón con sombrero de charro y el uniforme de México, posando con un balón. Ese álbum era la muerte y las figuras más requeridas eran las de Pelé y Teófilo Cubillas. Uno se compraba todos los días los sobrecitos y con las repetidas jugábamos a las bolitas en terrales. Los que perdían pagaban en figuritas. Los cromos y álbumes eran para la niñez una suerte de dinero en efectivo. Los papás solo compraban los sobrecitos y nos los entregaban sin abrir, no como ahora que los padres son los más fanáticos y los chicos los miran sorprendidos y prefieren seguir con sus smartphones. El último gran álbum fue el de España 82, el del inolvidable ‘Naranjito’. 

Claro, otra vez en el país se vivió una fiesta mundialista porque habíamos clasificado brillantemente al Mundial después de eliminar nada menos que a Uruguay. En ese tiempo había puras propagandas de televisores a color con los seleccionados y hasta el viejito entrenador Tim salió en un anuncio de Ajinomoto, recomendando ‘el toque del sabor’. Ya jóvenes universitarios, coleccionamos el álbum en secreto, porque si los ultras te veían con ‘Naranjito’ en el maletín, te hubiesen acusado de ‘aliado del imperialismo que busca distraer al pueblo’. Nunca me iba a imaginar que pasarían treinta y seis años para que Perú fuera a un Mundial. Siguieron saliendo los álbumes cada cuatro años, pero cada vez la expectativa era menor. Durante un viaje para cubrir la exposición de productos peruanos de exportación en Panamá y República Dominicana, conocí en el avión al hijo del dueño de la mítica editorial Navarrete, responsable de tantos sueños infantiles con sus álbumes: ‘¡Hermano, gracias a tu padre fuimos felices en nuestra niñez con sus álbumes y figuritas!’. Se emocionó y me contó que nadie más que ellos sufrieron en esas décadas en las que Perú no clasificó a un mundial. Pero por esas cosas de la vida, la emblemática Editorial Navarrete, nacional, la que siempre se la jugó por la selección, no capitalizó ahora el fanatismo y la fiebre mundialista, sino que factura una industria foránea que hizo sufrir a los hinchas porque no supo ‘stockearse’ como sí lo sabía hacer la empresa nacional. Lo alucinante es que los cuarentones son los más fogosos y reclamones a la hora de comprar paquetones en los centros de venta. Se comprende y justifica. Esa generación y las anteriores a ella nunca vieron a Perú en una cita mundialista. Que lo disfruten. Apago el televisor.

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