Este nunca dejará de agradecerle al periodismo, y lo digo con total humildad, el haberme permitido conocer y participar en infinidad eventos, aunque algunos infaustos, relacionados a la política. Me refiero, por ejemplo, a que cubrí las elecciones calificadas como ‘la campaña electoral más sucia en la historia de América Latina’, entre el escritor Mario Vargas Llosa y el oscuro ingeniero Alberto Fujimori.

Y luego, el ascenso del ‘Cholo de Cabana’, desde que apareció en la política, allá por 1994, cuando se puso en fila entre los opositores democráticos al ‘Chino’, que ya había dado su autogolpe en 1992 y quería seguir reeligiéndose.

Recuerdo como si fuera ayer el vozarrón del director del diario popular donde hacía informes especiales: ‘Quiero que me investigues quién es ese ‘Cholo’ Toledo, que dice que estudió en Harvard y nació en Cabana. ¿Dónde queda eso? Ándate a Cabana y no regreses hasta que rastrees sus orígenes, no vaya a ser un estafador’.

Fui el primer periodista en llegar a Cabana, con el fotógrafo Piero Vargas. Era una carretera infame, peligrosísima. Uno viajaba en buses destartalados, llenos de comerciantes que llevaban pollos y chanchos vivos, sacos de arroz, cebolla y pescado a las alturas de Cabana. Un viaje nocturno terrible que afectó a mi amigo reportero gráfico. Años después, Fujimori, para liquidar a Toledo, construyó una moderna carretera a Cabana, para dejarlo mal con su pueblo. En ese viaje, sin intención derribamos varios mitos.

El ‘Cholo’ Toledo había vivido en Ferrer, un pueblito a media hora en burro de Cabana. Fuimos a su rancho, que ya estaba destruido, pero todavía seguía en pie, aunque casi en ruinas. También visitamos la escuelita donde recibió sus primeras enseñanzas. Pero una antigua docente nos reveló: ‘Alejandro siempre estudió en Chimbote’.

Me parece increíble que después de veinticinco años siga escribiendo de Toledo, pero ya no en su intento de ser presidente del Perú, cosa que consiguió en el 2001, derrotando al expresidente Alan García, sino que ahora tengo que consignar sus noticias en las páginas policiales, porque está fugado y el fiscal acaba de pedir para él y su esposa Eliane Karp 16 años y ocho meses de prisión.

En aquel viaje no llegamos a entrevistar a Toledo, que solo regresaría a Cabana para las elecciones del 2001. Solo estaba uno de sus hermanos en su casa. No tenía televisor y seguía la campaña electoral de su hermano con un tremendo radio a tubos. El destino me llevaría a encontrármelo nuevamente, justo en una recepción en la Embajada de Estados Unidos. El fotógrafo Piero Vargas, que trabajaba en otro medio, me alcanzó con cara de asombrado: ‘Búho, ¿adivina quién me pasó la voz? El hermano de Toledo, el de Cabana! Llegó en una tremenda 4x4 y rodeado de guardaespaldas. Me saludó sonriente, pero a los reporteros les mandó a sus matones’.

Es que estaba implicado en un caso de tráfico de terrenos en Lurín. El gobierno del ‘Cholo’ se caracterizó porque toda su familia se vio inmersa en escándalos de todo tipo. Sus sobrinos carnales y sus hermanos y hermanas estuvieron involucrados en sonados ‘chicharrones’: estafas, agresiones, violaciones, usurpación de terrenos.

Él mismo se vio inmerso en un terrible episodio, un supuesto ‘secuestro’ en el hotel Melody. Las investigaciones terminaron sepultándolo. No hubo ningún intento de secuestro orquestado por Vladimiro Montesinos.

El ‘Cholo’ se perdió con tres meretrices de un local de San Isidro y, ebrio, mandó comprar a las féminas perfumes carísimos, lencería fina y licor de la Farmacia Deza y pagó con su tarjeta. El muchacho que le llevó el ‘delivery’ al hotel ‘Melody’ dio su manifestación y declaró que el ‘Cholo’ estaba eufórico. Los exámenes toxicológicos arrojaron una terrible verdad: en su sangre había restos del consumo de cocaína. Aun así, pese a los escándalos, postuló a la presidencia en el 2016, a sabiendas que estaba ‘quemado’ políticamente.

Ahora se sabe que Odebrecht le entregó cientos de miles de dólares para una campaña inexistente, porque se quedó en Lima. Increíble que un sujeto de su calaña pudiera ser presidente. Pero en mi modesta opinión, los peruanos todavía no aprendemos y seguimos apostando por las personas con doble cara. Ojalá me equivoque.

Apago el televisor.

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