Este Búho tiene problemas para dormir en esta cuarentena. Después de compartir con mis hijos, comprar mis diarios favoritos y hacer mi teletrabajo, conectado en tiempo real con el director del diario, llego cansado a la noche. Parece que me hubiera pasado un tractor por encima del cuerpo. Gracias a un amigo, que es médico neurólogo, estoy tomando pastillas para poder descansar, pero estos ojos de Búho nunca se cierran. Tomo una taza caliente de manzanilla, ojeo uno de mis libros preferidos y hago zapping en televisión. Así pasan las horas y a veces me dan hasta las 2 o 3 de la madrugada.

Mi refugio ahora es Netflix y la caja donde guardo mis películas en blu-ray. Puedo ver cintas que me impactaron. Clint Eastwood es un maestro de todos los tiempos. La otra noche repetí varias veces la imagen de Hilary Swank, en ‘Million Dollar Baby’, cuando la boxeadora le dice a su viejo mentor que está cansada de sufrir y le ruega que la mande a la eternidad. También ‘El Padrino I’, cuando acribillan en la caseta a ‘Sonny Corleone’ y el consiglieri ‘Tom Hagen’ tiene que darle la noticia a ‘don Vito’. Esa escena es extraordinaria.

Como seguía sin sueño, me encontré con ‘El Auto Fantástico’, la exitosa serie de los ochenta que protagonizaba David Hasselhoff encarnando a ‘Michael Knight’. En su tiempo fue la sensación, especialmente entre adolescentes y jóvenes, pues llamaba bastante la atención un auto que ‘pensara’, ‘hablara’ y se moviera por sí solo. Los más muchachos recuerdan a Hasselhoff como el buen ‘Mitch’ de ‘Guardianes de la Bahía’, donde era el gurú de preciosidades como Pamela Anderson o Carmen Electra. Estaba en el paraíso con tantas chicas lindas. Pero años después, con las dos series canceladas, el conocido actor se sumergió en el alcoholismo, que estuvo a punto de matarlo. Recuerdo que hace unos años se hizo público un video grabado por su hija menor donde, totalmente borracho, se arrastraba por el piso mientras engullía un sándwich. Era la triste y cruda realidad, sin maquillaje ni adornos. Una imagen totalmente distinta de la que nos muestra la televisión, que nos da héroes alejados de todos los vicios y todo lo malo que puede tener un ser humano.

Hollywood, esa gran fábrica de sueños, nos regala -a los humildes mortales- seres irreales para admirar. Por ello, esas estrellas ganan millones de dólares. Esos suculentos sueldos obligan a los artistas a guardar ciertas ‘normas de conducta’. En otros tiempos, los grandes estudios exigían a sus figuras esconder su homosexualidad, como a Rock Hudson o Montgomery Clift, o el alcoholismo y la adicción a las drogas de Marlon Brando o Robert Mitchum.

Sin embargo, grandes artistas se han hundido en el infierno. Algunos se recuperaron después de haber caído en lo más hondo, como Robert Downey Jr. o Mickey Rourke, al que los estudios vetaron por años, pues solía llegar a los rodajes con sus amigotes de la sanguinaria pandilla ‘The Hell’s Angels’ (Los Ángeles del Infierno), temidos motociclistas de Harley-Davidson. Ellos lograron curarse y volver a Hollywood, que los recibió como a hijos pródigos, ya que consideró que aún podían seguir siendo éxitos de taquilla. Protagonizar ‘Iron Man’ y ‘Sherlock Holmes’ le cambió la vida a Downey Jr., aunque se molesta cuando le recuerdan su pasado. Por su parte, Rourke fue nominado a un Oscar, por primera vez en su vida, tras interpretar en ‘El Luchador’ a un peleador de catchascán en el triste ocaso de su carrera, que sube al ring porque es lo único que sabe hacer.

En Hollywood, los actores son solo tuercas que se pueden cambiar en cualquier momento. Así lloren los millones de fans que gozaron con su trabajo y admiraron sus películas.

Apago el televisor.

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