Este nunca olvidará que vio la inauguración del Mundial Argentina 1978 en pantalla gigante y a color en el coliseo ‘Amauta’. En ese tiempo estaba jovencito y nos zampábamos con mi mancha de ‘lagartazos’ de la Unidad Mirones por los muros del coliseo. La gente llegaba en sus autos desde barrios residenciales y también hartos extranjeros. Pero me sorprendí cuando empezó a hablar el presidente argentino, el teniente general .

Como los extranjeros no estaban allí para hacerle barra a algún país, abuchearon con todas sus fuerzas al temible dictador argentino. ¡¡Asesino!! ¡¡Maldito!! ¡¡Dónde están los desaparecidos!! y sacaban banderolas y repartían volantes, donde se veía una pelota de fútbol desinflada que chorreaba sangre.

En ese tiempo, mi tío Kike compraba una revista izquierdista, ‘Marka’, allí en la sección internacional daban cuenta de una situación que parecía increíble. En Argentina, el régimen militar secuestraba a estudiantes, obreros, dirigentes políticos y estos no volvían a aparecer. No solo ‘desaparecían’ argentinos, sino también extranjeros, profesionales, curas, monjas, bajo las acusaciones de ser subversivos.

Por esta razón, los gobiernos de Italia, España, Francia, Holanda e Inglaterra reclamaban a la Cancillería gaucha sobre el paradero de sus compatriotas y planeaban boicotear el Mundial. La dictadura no respondía. Por eso, el Mundial de 1978 significaba mucho para la Junta Militar. Un fracaso deportivo iba a acelerar las protestas. No solo debían organizar el torneo, sino ganarlo sea como sea.

En el Perú, el gobierno de también estaba jaqueado por las protestas de los sindicatos y estudiantes. Un paro en julio de 1977 paralizó, literalmente, al país. Decenas de dirigentes populares eran encarcelados.

Pero en 1978, cuando se gestaba otro paro nacional, trece dirigentes de izquierda y de sindicatos fueron detenidos y no los llevaron a Seguridad del Estado ni los deportaron, los metieron en un avión militar encapuchados y los llevaron a Argentina, a Jujuy, donde los depositaron en un cuartel militar.

El senador Genaro Ledesma -uno de los secuestrados-, declaró al juez argentino Norberto Oyarbide que Morales Bermúdez y Videla hicieron un pacto en el marco de la siniestra ‘Operación Cóndor’, que involucraba a los militares de Argentina, Chile, Bolivia, Perú y Uruguay, para darse una ‘manito’ en la captura de opositores políticos y desaparecerlos. Ledesma dijo: ‘Videla aceptó recibir a los prisioneros peruanos y esperó a cambio una ayudadita en el resultado por el Mundial’. Argentina necesitaba ganar 4 a 0 a Perú para eliminar a Brasil y jugar la final y le metió seis.

Durante muchos años se habló de que hubo una echada. Informes, reportajes denunciaron que Rafael Videla y , secretario de Estado norteamericano, bajaron al vestuario para hablar con los dirigentes peruanos. declaró que que tapara Ottorino Sartor en vez de Ramón Quiroga, argentino nacionalizado, y que el entrenador aceptó. Pero al día siguiente salió ‘Chupete’ de titular. Es más, dijo que .

No se explicaba cómo Marcos lo sacó a los diez minutos del segundo tiempo cuando solo perdían dos a cero. Pero hay que recordar que Muñante, al primer minuto de juego se metió un carrerón y lanzó un disparo que sobrepasó a Fillol y chocó en el palo. ‘El jet’, enfermo de cáncer, . El colombiano Fernando Rodríguez Mondragón, hijo del tristemente célebre narcotraficante extraditado a Estados Unidos, Gilberto Rodríguez Orejuela, jefe del Cártel de Cali, ‘El ajedrecista’, en su libro ‘El hijo del ajedrecista’ afirmó que su papá, junto a su tío Miguel, hicieron una bolsa para sobornar a los jugadores peruanos para que se echen ‘para atrás’ contra Argentina.

El comentarista deportivo Tito Navarro sostuvo que en el se hablaba que había llegado al puerto un barco argentino lleno de granos de trigo, y que esa era una de las contribuciones de la Junta Militar de Argentina.

Los del Plata terminarían campeonando en su Mundial al derrotar a Holanda por 3 a 1. Pero pese a la euforia del campeonato, la dictadura militar caería y varios de sus verdugos terminarían con sus huesos en la cárcel, como Rafael Videla, quien murió en prisión. En el informe de Ernesto Sábato, ‘Nunca más’, se detalló la diabólica y sistemática política de desaparición de detenidos en campos de tortura y muerte de la Marina y el Ejército. Se calculan diez mil muertos desaparecidos. Nunca como ese año 1978 la pelota estuvo tan manchada de vergüenza y sangre. Apago el televisor.

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