Este asiste emocionado a la fiesta que se vive por la cercanía del Mundial. Veo en la parroquia de mi barrio una inmensa bandera de la . ‘Esta es una confección de las hermanas que rezan para que Paolo Guerrero ’, me confiesa el párroco, el padre colombiano Huguito.

Este columnista cree que los festejos se justifican. Recuerden que desde hace ¡treinta y seis años! el país no vive una clasificación a una Copa del Mundo. Haber alcanzado el cupo funciona como un motor que hace girar con alegría nuestras vidas, la parte emocional que nos engloba a pobres y ricos. También activa el funcionamiento de la economía. Que lo digan los comerciantes de Gamarra con los millones de camisetas vendidas. Ni qué decir de los restaurantes, tiendas de artefactos eléctricos, agencias de viaje, bancos y financieras.

En Chile, varios empresarios y comerciantes viven una pesadilla. Como la campeona de América era fija para clasificar, invirtieron su patrimonio para recuperarlo durante la cita futbolera. La eliminación los dejó quebrados y endeudados.

Las publicidades en época mundialista no solo tienen como protagonistas a los jugadores, sino ¡hasta a sus mamitas! Los grandes supermercados ficharon con jugosos contratos a estas amas de casa que concibieron a este puñado de jóvenes que les dieron una alegría al país después de más de tres décadas de sufrimiento.

La última vez que vi en el Perú una explosión de unidad y alegría fue en 1982. Clasificamos al Mundial de España eliminando a la poderosa Uruguay. El técnico brasileño Elba de Pádua Lima, ‘Tim’, nos llevó al certamen. Justo se daba la distribución legal en masa de los televisores a color. ‘Tim’ fue estrella en los televisores Quintrix; en las propagandas de Ajinomoto, ‘el toque del sabor’, siempre salían jugadas del ‘Diamante’ Julio César Uribe y de ‘Jerry’ Barbadillo. Pero aunque no lo crean, este columnista vivió una fiebre mundialista hasta más delirante y eufórica que las nuestras.

Ingreso al ‘túnel del tiempo’. Santa Cruz, Bolivia, 1994. En ese entonces trabajaba en el principal diario deportivo de la época. Perú había quedado último en su grupo eliminatorio, mientras que Bolivia había clasificado ¡por primera vez en su historia! al Mundial de Estados Unidos 94. El país del altiplano vivía un carnaval perpetuo con la mejor selección de su historia: el ‘Diablo’ Etcheverry, ‘Platiní’ Sánchez, Milton Melgar, el arquero Trucco, ‘Coquita’ Rimba, el ‘machetero’ Sandy, Ramallo, el ‘colorao’ Cristaldo. Ese equipo le ganó en las Eliminatorias al Brasil de Bebeto, futuro campeón del mundo en ese mismo certamen, y al Uruguay de Francescoli. Eliminó a los celestes.

Antes de viajar a Estados Unidos pactaron un partido con una selección a la que pensaban golear, ¡Perú!, que dirigía Miguel Company, quien llevó a un equipo joven para ese choque en la bella Santa Cruz, ciudad de lindas mujeres y mucha riqueza, en plena ceja de selva.

Este Búho y el fotógrafo Walter Hupiú fuimos los únicos periodistas de prensa escrita como enviados especiales junto a la dupla de América Televisión: el gran Rulito Pinasco, mi chochera Gustavo ‘Flaco’ Barnechea y el productor Jorge Grippa. Ambos equipos andábamos para arriba y para abajo. El día del encuentro llegamos al estadio en taxi. Apurado, abrí la puerta por el lado equivocado y pasaba un espectacular camionetón cuatro por cuatro, al que le volé los costoso vidrios de la puerta. El gringo salió dispuesto a hacer lío y, fijo, terminaba en la comisaría. Pero bastó que ‘Rulito’, con su gran floro, explicara que éramos periodistas peruanos que veníamos a ver la despedida de Bolivia, para que el colorado gritara: ‘¡Vayan peruanos, que ya bastante van a sufrir con la goleada que les vamos a dar!’. Increíble la forma en que su selección había vuelto bondadosos a todos en el país. Lo malo para ellos es que el equipito de Company le paró el ‘macho’ a los ‘boliches’, que tenían una impresionante racha de victorias en casa, al empatar sin goles. Así es el fútbol. Apago el televisor.

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